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Si la muerte llegara hoy serena hasta mi recamara,
o en las calles me encontrara
y vengativa borrara mis mañanas
o tal vez entre cerros y montañas,
en sempiterna rebeldía el fusil me arrebatara,
si la muerte así, hoy me encontrara...
¿Acaso correría en búsqueda de fantasías tranquilizantes,
o buscaría refugio en injurias desahogantes?
¿Acaso entre delirios y miedos terribles
abrazaría dogmas y ortodoxias inamovibles?
¿O enterraría en pozas penetrantes
las dicotomías de una filosofía totalizante?
Si la muerte me hablara de dobles corazones,
de amores extintos por decepcionantes pasiones,
de chantajes inconscientes y engaños vitalicios...
¿Será entonces que renegaría de haber enterrado mis vicios?
¿O lamentaría haber sentido la revolución en mis canciones?
¿Quizá abandonaría desesperado aquellas tantas razones?
Aunque entonces la vida me parezca tan distante
y logre enflaquecer mi convicción en un instante,
si la muerte me encontrara, quisiera fuera diferente,
cuando mi último aliento escape de repente,
quisiera entonces convertirme en un amante,
y acariciar la muerte con pasión recalcitrante.
Quisiera en ese momento cualquier temor desechar
y poder así mi suerte disfrutar,
ahogar el grito amargo del dolor
para llenar los rostros olvidados de color,
una vez más el sueño del abuelo recordar,
Y las historias de la abuela escuchar.
Quisiera entonces la memoria despertar,
para poder a mis compañeros caídos abrazar
-a tantos hombres y mujeres que nunca conocí,
pero hermanos que se pierden, siempre los sentí-
hablar con los corazones abatidos al luchar,
y en ese instante a los pueblos masacrados desenterrar.
Quisiera... cuando finalmente llegue el momento de dejar de respirar
junto a los camaradas derrotados caminar,
renovar el coraje sentido por las masas calcinadas,
por las mujeres brutalmente asesinadas,
por los heroes que se ahogaron al llorar,
y entonces, sólo entonces, sentir la luz alejar.
Si la muerte llegara con su tan terrible ausencia,
quisiera no dudar ni un instante de su esencia,
si la muerte hoy me llamara por mi nombre,
quisiera quitarme mi traje de hombre,
y en el más valiente acto de consecuencia
aceptar que el alma no es más que un deseo de trascendencia.
Si la muerte llegara...
Y mi rostro tu mano acariciara,
Estaría a tu lado, sintiendo tu calor...
¡Oh! si la muerte llegara...
quizá por fin conocería el amor.
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