Si tuviera el tiempo y el talento, escribiría un poema o una canción, con un tono triste y algo de coraje, cuyo estribillo principal dijera:
"...en la escuela de lo absurdo aprendí
que el amor se castiga,
y la amistad se traiciona o se prohibe;
que la igualdad es una utopía irreverente,
y la libertad una palabra que ofende a las buenas conciencias;
que la verdad es el poder de las mayorías,
y la autoridad es el culto de los bobos."
Pero como no tengo tiempo ni talento, y hoy tengo ganas de estar contento, mejor me pongo a trabajar y dejo las palabras tristes y elocuentes a los que tienen más tiempo y vidas con menos aspaviento.