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lunes, 23 de marzo de 2020

El amor y la eternidad

Un instante…
La intersección de incontables pedazos de realidad;
Un trozo de existencia codificado en un tiempo y un espacio específicos,
Expresados en términos de voluntades que oscilan entre vida y muerte,
Entre el amor y el odio, entre lo moral y lo inmoral,
Entre lo sagrado y lo profano.

La eternidad…
El instante verdadero; el instante que no muere, que se rebela,
Desafía lo efímero y lo intrascendente, rebela el todo que conjuga la existencia.
La voluntad de vida deja de ser diferente a la voluntad de muerte.
Toda moralidad pierde sentido.
Sólo queda lo verdadero.

Tú…
Mi instante de vida; algo más que sólo un accidente pasajero,
Una eternidad presente vestida de pasado, atrapada en ese momento concreto.
Sin más temor al equívoco inevitable, escapando a la indiferencia,
Aliento de amor que emana desde lo más profundo del ser y del placer,
Unión de dos vidas conectadas, entrelazadas antes del inicio del tiempo.

Tú… espléndida rebeldía, magnífica e irredimible.
Tú… mi tiempo y espacio, mi esperanza de trascendencia.
Tú… mi alegría y mi dolor, mi virtud y mi pecado, mi fatalidad.
Tú… mi perfección, mi armonía...

Tú…
mi instante,
mi eternidad.

martes, 17 de marzo de 2020

Pamplonada

Todos corren desesperados hacia adelante en un frenesí imparable. Unos van a la vanguardia, otros más atrás, cerca del toro. Unos van riendo, otros asustados. Unos van cantando y otros llorando. No falta aquella persona importante que va sentada en los hombros de algunos otros, y mientras se alza por encima de la multitud, finge un rostro de preocupación para intentar camuflarse en el río de dolientes que ve por debajo de sí. Aunque también hay otros más honestos.  Un par de almas gemelas van tomadas de la mano, esperando que la potencia cinética de la masa no rompa el vínculo que les infunde una ínfima seguridad. Nunca pierden la esperanza.

De pronto un desdichado cae al suelo por tropiezo, o quizá porque alguien lo empujó con dolo, o simplemente por cansancio. Eso nunca nadie lo sabrá… y francamente no interesa. Los más voltean indiferentes, aunque en aquella indolencia se oyen burlas y condenas de patéticas consciencias asustadas. Sombras sin rostro hacen eco de las injurias, creyendo que con ello salvarán su propio pellejo. Antes de caer, el infortunado habría dado su mano a un alma acongojada, pero esta lo ve en el piso y no duda en patearlo para seguir adelante. Insignificante y obnubilada, sonríe creyendo que limpió el camino. Reanuda entonces su marcha mientras estira su mano para tocar un pecho descubierto entre la multitud de otras manos que gozan de la orgía de sangre.

Junto al infortunado que yace en el piso ya con poca esperanza, unos cuantos valientes se detienen un segundo a mostrar su bienintencionada compasión. Enuncian palabras de ánimo fugaz, sinceras pero con miedo. Y reanudan agitadamente la marcha antes de que los embista el toro. Tienen que hacerlo. No hay opción. En menos de diez segundos, todos siguen corriendo hacia adelante. Nadie pone su propio cuerpo para salvar al doliente. La bestia de San Fermín alcanza al caído que no tiene más opción que acurrucarse en posición fetal y esperar sobrevivir la embestida o morir. No es el primero, ni será el último.

En poco rato nadie se acuerda de aquel cuyo cuerpo quedó tirado a mitad del camino. Todo sigue su curso. Las manos de los héroes de la fiesta de Pamplona siguen buscando pieles desnudas que lacerar entre vítores y carcajadas, mientras por detrás, el rastro se va borrando. La calle desierta, después de la estampida, se vacía de multitudes y sólo quedan los cuerpos desechados esparcidos por el piso. Unos fueron de vanguardia y otros de retaguardia... no importa ya. Pamplona se ahoga en su tragicómica crueldad.

viernes, 13 de marzo de 2020

Post mortem

Lo recuerdo claramente, como si apenas hubieran pasado un par de días desde aquella mañana de verano. Navegando en mi ola de cotidianidad, me abrí paso entre rostros diversos, entre expresiones de nerviosismo disimulado y sonrisas de ilusión incierta. En aquel pasillo, tú, tierna, alegre, hermosa. Seguí mi camino. Pasó mi cuerpo en medio de aquel grupo, pero mi alma se desdobló en ese preciso instante.

Después encontré tu mirada... Eterna, dulce y valiente, siguiendo mi rastro desde lejos, buscándome siempre en el mar de rostros indiferentes. Siempre eras tú, omnipresente, majestuosa, única y diferente. Pasaste frente a mí, a mi lado, detrás y dentro de mí. Y supe que eras tú... Siempre tú.

Un día bailé en tus manos y conocí la felicidad. Nuestras almas se reconocieron. Recorrimos caminos de vida entre las sombras de la noche. Llenaste mi alma. Yo te di las notas de mi música y tú me enseñaste la armonía del amor. Nuestras almas se encontraron y se hicieron una.

Pero el mundo se llenó de envidia. No soportó ver nuestra felicidad. Vino el miedo, el dolor y la tristeza... Eterna tristeza que no deja de sabotear mi tranquilidad. Mi amor quedó enterrado entre tanta basura. Te hablé y no me reconocí. Te miré con los ojos de alguien que había robado mi cuerpo. Te escuché decir tantas veces que me querías... Y yo te quise con toda mi alma, pero esta ya no habitaba mi cuerpo. Me vi en el espejo y vi aquello que odiaba. Entonces me vi morir.  Quise escapar pero no pude. Se vació mi vida. La luna desmayó de tristeza mientras mi cuerpo era abusado. 

Pero salí de la tumba. Ya no había razón alguna para no amarte. Sólo quedaba un futuro de felicidad. Ilusiones rebeldes... Planes de contingencia de amor... Pero en ese mismo instante, finalmente desapareciste. Entré en pánico. Inició mi pesadilla. Pero tenía que ser así. No lo acepté. No lo entendí... Pero así tenía que ser... No hay expiación sin dolor.... Y aunque te busqué, te quise y te volví a querer, tú ya no estabas. Encontré cansancio, rencor e indiferencia... Lloré. Busqué un refugio de autocondena y morí...

Hoy... Mientras se va consumiendo lentamente mi cuerpo inerte y sin vida, aparecen en el estupor de muerte, tus ojos que me ven siempre con ternura. Reconozco tu mirada y recuerdo finalmente todas las vidas en que te amé.