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domingo, 24 de mayo de 2020

Gracias

Por tu mirada de amor
Por tus palabras perfectas
          en un mundo de discursos rotos
Por tu mano en mis noches de temor
Por tu omnipresencia y tu eternidad

Por tu coraje y tu valor
Por tus tiernas caricias 
          en medio de lágrimas de dolor
Por el calor de tu vientre
Por el sudor en tu piel

Por el brillo en tus ojos
Por el aliento en tus labios
          que llena mi cuerpo de vida
Por tu espíritu indomable
Por tu alegría irredimible

Por tu comprensión y tu cariño
Por tu compromiso inquebrantable
          en un mar de inseguridad
Por tu hermosa complejidad
Por tu profunda belleza

Por tu amor
Por tu amistad
Por tu complicidad

Por la esperanza
Por la felicidad
Por la verdad

Por tu risa y por tu sonrisa
Por tu corazón y por tu mente
Por tu espacio y por tu tiempo

Porque en una época de desesperanza
          tú mantienes viva la esperanza
Porque en una era privada de futuro
          tus manos tejen nuestro futuro
Porque en un mundo de caminos sin destino
          tú llegaste y te volviste mi destino

Por todo eso 
          y porque eres tú

Gracias amor  mío

jueves, 21 de mayo de 2020

Letargo

I. Uno va por la vida imaginando que vive...

Vamos por ahí creyéndonos libres, creyéndonos importantes, imaginándonos relevantes. Confiamos en que creemos en nuestras verdades irrefutables, unas más lógicas, otras más incoherentes; unas un poco más substanciales, otras más vanales. Condenamos a la hoguera a los villanos en turno, cuya sombra ardiente nos sirve de consuelo para nuestra auto-indulgencia moral. No acaba de extinguirse la ultima flama cuando ya tenemos un nuevo villano, y con él un nuevo discurso redentor. Y cuando aquel discurso de moda choca con la realidad provocando una indiscreta e intolerable disonancia cognitiva, cambiamos inmediatamente de nombre al villano. Al fin y al cabo, lo importante es el discurso. ¿Y la verdad? La verdad está siempre en las propias manos. ¿Qué no?

II. Uno va por la vida imaginando que vive...

Vivimos encerrados en una prisión de percepción. Todo aquello que creemos que existe solo puede existir en perspectiva. No hay manera de escapar del solipsismo. Nadie ha podido mirarse a sí mismo con ojos ajenos. Nadie sabe realmente cómo es, cómo existe en el mundo y para el mundo. Sólo sabemos cómo creemos que somos. Vivimos eternamente incomunicados, pues solo podemos escuchar nuestra propia voz. Como sentenció Ricoeur, todos estamos condenados a una soledad incommensurable. Nadie puede transmitir a otro su experiencia de vida. Lo más que podemos hacer es plasmar en un texto muerto una interpretación de una parte de nuestra experiencia, la cuál a su vez va a ser reinterpretada y redefinida por un otro imaginario que si es que existe, redefiniría aquella interpretación codificada ajustándola a su vez a una experiencia ajena, a su experiencia. Y aún así hay  quien cree que nos comunicamos y nos entendemos... ¡Osada creencia de ingenuos!

III. Uno va por la vida imaginando que vive...

Haces daño a otro con la excusa de que fue a ti a quien dañaron. Matas para no morir, pero al final no se deja de ser asesino por tener una buena excusa. La vida no regresa por ser legal la muerte. Te convences y te convencen de que eres víctima. Te gusta el papel. Es mejor ser víctima que victimario, duele menos. Pero al final, uno solo sigue las reglas en un juego de rol... Pero siempre cambiamos de papel en la misma escena, aún si no te percatas de ello. Si tienes que escoger entre dominar o ser la parte dominada, escoges la doble o triple dominación, para tener el poder de la legitimidad y dañar con permiso y compasión. Crees sin saberlo que es mejor estar en el equipo ganador, porque al final los buenos y los malos no existen. Sólo te queda el auto-engaño.

IV. Uno va por la vida imaginando que vive...

Creemos en el futuro y en el pasado, pero no sabemos si existe lo presente. Imaginamos que es posible que haya algo después de este momento, y en un gran acto de fe, seguimos adelante en el tiempo confiando en que siempre hay un siguiente momento de presente. Imaginamos que existe la vida cuando nos rodea la muerte. Imaginamos que no estamos muertos. Imaginamos que somos reales, que el dolor es necesario, que hay un propósito, que hay un Dios o un karma. Creemos que existe la justicia, hasta que pruebas la injusticia en ambos lados de la cuerda. Queremos vivir. Deseamos vivir con toda nuestra fuerza. Pero la vida sólo es una ficción fugaz.

V. Uno va por la vida imaginando que vive...  

...hasta que un día despierto en sus brazos y comienzo a vivir de verdad.

miércoles, 6 de mayo de 2020

Fragilidad

- ¿Papá…?
- Dime, mi niño.
- ¿De dónde son estas hojas?
- Son hojas de maple. Las recogí un día en otoño, mientras caminaba por algunas calles frías, con desconocidos que sabían mi nombre, en una tierra no tan desconocida.
- Son muy bonitas… aunque ya están secas. ¿Puedo jugar con ellas?
- Claro.
- ¿Puedo construir un barco?
- Puedes hacer muchas cosas con esas hojas. Sólo tienes que usar tu imaginación.
- ¿Sabes papá? La imaginación es muy poderosa.
- Así es, mi hermoso niño. La imaginación es el mejor regalo que recibimos los hombres y las mujeres. Con ella, todo es posible. Puedes comer los platillos más exquisitos que jamás nadie haya probado, como un suculento guisado de carne de pterodáctilo, o un exquisito omelette de huevo de braquiosaurio.
- No creo que sepa muy rica la carne de pterodáctilo.
- No lo sé… Tendríamos que probarla para saberlo. Por ahora, mejor nos comemos este rico omelette hecho con huevos de gallina.
- ¿Qué más puedo hacer con mi imaginación, papá?
- Hmm… También puedes viajar sin tener que gastar un solo centavo.
- ¿De verdad? ¿Podemos viajar a otro país usando la imaginación?
- ¡Por supuesto! ¿Recuerdas aquella vez cuando nos subimos a un transatlántico a Londres, junto con Phileas Fogg y Passepartout? ¿O cuando escalamos el Monte Sneffels con el Profesor Lidenbrock y su sobrino Axel?
- Sí lo recuerdo. ¡Fue muy divertido! Tuvimos que salir disparados por la lava de una erupción volcánica. Si no, nunca hubiéramos encontrado la salida… También me acuerdo cuando andábamos perdidos en Grecia. ¿Te acuerdas que le ayudamos a Odiseo a escapar de la cueva del Cíclope? ¡Fue bastante gracioso cuando dijo que él era ‘Nadie’!
- ¡Por poco y nos atrapa! La imaginación, mi niño, puede ser muy divertida.
- …pero también puede ser muy espantosa. ¿Recuerdas cuando luchamos contra el Kraken? Casi me arranca una pierna el cefalópodo que se llevó al marinero del Nautilus… o cuando descubrimos a Jimmy en La Española, escondido en un baúl para que no lo vieran los piratas. Tenía mucho miedo...
- Sí… pero el miedo se vence. Al final, valió la pena. ¡Encontramos nuestro tesoro!
- Es verdad... pero también me espanté un poco cuando le dieron de palazos a Don Quijote en la Taberna. Lo bueno es que Sancho llevaba una pócima que les curaba las heridas muy rápido. ¿Te acuerdas?
- Sí, cómo no me voy a acordar. Si yo quisiera tener esa pócima ahorita mismo.
- Papá… mejor ya no voy a hacer un barco. Prefiero construir una nave como el Nautilus.
- ¡Excelente idea! ¿Y va a tener una biblioteca tan grande como la que guardaba los libros del Capitán Nemo?
- Sí… va a ser igual de bonita… y muy poderosa. Pero… ¿Y si se rompe mi nave? Estas hojas están muy secas y parece que se van quebrar cuando las doblo.
- Es verdad. Tienes que tener mucho cuidado.
- No quiero que se rompa, papá. Ayúdame a guardarlo.
- Yo no lo puedo guardar por ti. Tu nave es algo muy preciado para ti… surgió de tu imaginación. Vive en tu mundo interior. Eres tú quien tiene que cuidarla. Es como… el país de Nunca Jamás. Todos los niños tienen un país de Nunca Jamás. ¿Recuerdas?  Cada niño puede volar y vivir sus propias aventuras de piratas y sirenas, pero también cada niño tiene la responsabilidad de cuidar a sus propios niños perdidos… y a sus propias naves.
- Pero papá… No quiero que se rompa mi nave.
- A veces, mi niño, hay cosas que queremos mucho que son demasiado frágiles. Con cualquier tensión pueden desmoronarse… una simple caricia dada con torpeza puede estropear eso que te es tan preciado. Una palabra mal dicha, o un silencio en un momento de inseguridad, puede hacer que se empiece a fracturar una ilusión. Por eso, si hay algo que de verdad quieres, tienes que cuidarlo mucho.  Yo mismo he perdido muchas cosas que quería, por no haberme dado cuenta de que eran frágiles.
- Papá… voy a cuidar mi nave.
- Me alegra escuchar eso.
- Y tú… también tienes que cuidar las cosas que quieres.
- Yo nunca más voy a dejar que un descuido lastime la fragilidad de aquello que está en mi corazón.
- Papá…
- Dime, ni niño.
- Yo te voy a cuidar a ti.