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jueves, 21 de mayo de 2020

Letargo

I. Uno va por la vida imaginando que vive...

Vamos por ahí creyéndonos libres, creyéndonos importantes, imaginándonos relevantes. Confiamos en que creemos en nuestras verdades irrefutables, unas más lógicas, otras más incoherentes; unas un poco más substanciales, otras más vanales. Condenamos a la hoguera a los villanos en turno, cuya sombra ardiente nos sirve de consuelo para nuestra auto-indulgencia moral. No acaba de extinguirse la ultima flama cuando ya tenemos un nuevo villano, y con él un nuevo discurso redentor. Y cuando aquel discurso de moda choca con la realidad provocando una indiscreta e intolerable disonancia cognitiva, cambiamos inmediatamente de nombre al villano. Al fin y al cabo, lo importante es el discurso. ¿Y la verdad? La verdad está siempre en las propias manos. ¿Qué no?

II. Uno va por la vida imaginando que vive...

Vivimos encerrados en una prisión de percepción. Todo aquello que creemos que existe solo puede existir en perspectiva. No hay manera de escapar del solipsismo. Nadie ha podido mirarse a sí mismo con ojos ajenos. Nadie sabe realmente cómo es, cómo existe en el mundo y para el mundo. Sólo sabemos cómo creemos que somos. Vivimos eternamente incomunicados, pues solo podemos escuchar nuestra propia voz. Como sentenció Ricoeur, todos estamos condenados a una soledad incommensurable. Nadie puede transmitir a otro su experiencia de vida. Lo más que podemos hacer es plasmar en un texto muerto una interpretación de una parte de nuestra experiencia, la cuál a su vez va a ser reinterpretada y redefinida por un otro imaginario que si es que existe, redefiniría aquella interpretación codificada ajustándola a su vez a una experiencia ajena, a su experiencia. Y aún así hay  quien cree que nos comunicamos y nos entendemos... ¡Osada creencia de ingenuos!

III. Uno va por la vida imaginando que vive...

Haces daño a otro con la excusa de que fue a ti a quien dañaron. Matas para no morir, pero al final no se deja de ser asesino por tener una buena excusa. La vida no regresa por ser legal la muerte. Te convences y te convencen de que eres víctima. Te gusta el papel. Es mejor ser víctima que victimario, duele menos. Pero al final, uno solo sigue las reglas en un juego de rol... Pero siempre cambiamos de papel en la misma escena, aún si no te percatas de ello. Si tienes que escoger entre dominar o ser la parte dominada, escoges la doble o triple dominación, para tener el poder de la legitimidad y dañar con permiso y compasión. Crees sin saberlo que es mejor estar en el equipo ganador, porque al final los buenos y los malos no existen. Sólo te queda el auto-engaño.

IV. Uno va por la vida imaginando que vive...

Creemos en el futuro y en el pasado, pero no sabemos si existe lo presente. Imaginamos que es posible que haya algo después de este momento, y en un gran acto de fe, seguimos adelante en el tiempo confiando en que siempre hay un siguiente momento de presente. Imaginamos que existe la vida cuando nos rodea la muerte. Imaginamos que no estamos muertos. Imaginamos que somos reales, que el dolor es necesario, que hay un propósito, que hay un Dios o un karma. Creemos que existe la justicia, hasta que pruebas la injusticia en ambos lados de la cuerda. Queremos vivir. Deseamos vivir con toda nuestra fuerza. Pero la vida sólo es una ficción fugaz.

V. Uno va por la vida imaginando que vive...  

...hasta que un día despierto en sus brazos y comienzo a vivir de verdad.

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