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viernes, 4 de octubre de 2019

Realidad cotidiana


Hay días en que despierto en otra realidad… Después de confrontar mil monstruos inefables en esas noches obscuras de recuerdos hermosos pero con instintos de inmolación anunciada, finalmente asoma entre mis cortinas un poco de luz diurna. Ese momento ínfimo se vuelve espléndido, cuando las lágrimas finalmente se secan y la mente recupera un poco de su agotada cordura. El día me salva…

Pero el cruel llamado de la realidad cotidiana me conmina a levantarme y caigo nuevamente en desdicha.  Con la poca fuerza de mis músculos sin inspiración, continúo como autómata y me muevo en marcha inminente a mi tragedia de soledad.  Avanzo como quien se deja llevar por el destino. Con mi ilusión vencida, con mi esperanza asesinada, no me atrevo ya siquiera a pronunciar tu nombre. 

Echo un vistazo al mundo y no lo reconozco.  Ya no hay flores de colores brillantes.  Ya no hay ríos de agua que corre exuberante. Ya no hay caminos mágicos en noches hermosas. El manto de silencio cubre ahora mi realidad… una realidad alternativa; una en la que lo extraño es ahora cotidiano y lo cotidiano que alguna vez fue extraño, se viste de incomprensión y trágica distancia.

No queda nada más sin ti.  La indiferencia se vuelve norma. El vacío se vuelve contenido.  En un mundo de perlas y diamantes, en un mundo de tiempos y edades de oro, de cuerpos magníficos y estatutos en libros sagrados... ¿Qué valor de uso tiene lo desechable? Mi cuerpo agotado y sin alimento... mis ojos con cien años detrás, se cubren de inexpresión. Mi ánimo vencido deja su rastro en unas cuantas letras sin sentido... sólo quedan un par de memorias impresas de tiempos no tan distantes, que fueron mejores.  

Y así transcurre el día insípido. Platico con mil figuras sin rostro. Hablo de proyectos que ya no entiendo.  Recibo abrazos de cariños incondicionales, que van perdiendo forma y sentido.  Recibo también odios de ojos amenazantes... pero sigo adelante como quien teme sucumbir ante la inmovilidad... Sigo adelante en mi cotidiana realidad. Y en medio del apabullante silencio, sólo alcanzo a balbucear una vez más, en voz apenas perceptible... te amo.