¿Sabes? Hoy finalmente pude comprender un misterio que venía echando raíces en mi pensamiento desde hace muchos años; un misterio que me había acompañado desde los más antiguos y obscuros recuerdos; uno que existía aun desde antes de que la palabra “misterio” apareciera en cualquiera de nuestros idiomas; uno que había estado ahí desde que yo era tan sólo uno de esos monos primitivos que comenzaban a descubrirse inteligentes, que experimentaban con sus cuerpos de verticalidad incipiente, y comenzaban a abstraerse de lo natural. Seguramente te preguntarás qué misterio tan viejo es ese que ha estado ahí desde antes de que yo supiera siquiera que yo era yo. Efectivamente, es un misterio viejo que precede a la realidad misma, y uno que hasta ahora nadie ha logrado comprender. Aunque te pueda sonar exagerado y pienses que sólo estoy alardeando, ninguno de mis tantos cerebros, que tengo y que he tenido aunque ahora ya no tenga, han logrado descifrar este misterio. Si nadie lo ha podido comprender, me dirás, ¿cómo y por qué es que yo estoy tan seguro de que ya lo he comprendido? ¿Quién soy yo para pensar que puedo aventajar millones de razonamientos lógicos, de cálculos matemáticos, de hipótesis científicas, de filosofías experimentales y especulativas, contemplativas y prácticas? ¿Quién soy yo para decir que tengo por segura la compresión de un conocimiento que ni el conocimiento mismo puede descifrar? ¿Y cómo puedo saber que esa comprensión es verdadera? Después de todo, ¿quién me asegura que uno de mis tantos cerebros no me haya simplemente jugado una broma y sólo esté, como ha sido habitual, reificando lo especulativo, deificando lo mundano, tomando por cierto lo meramente imaginario?
Pues bien, permíteme decirte que no hace falta tener esta seguridad. No hace falta saber quién soy para saber que he descubierto el misterio. Y aunque suene imposible, tampoco hace falta pensar. Sí... escuchaste bien. No hacía falta pensar para poder entrar en el terreno de lo antes incomprensible para mí. De hecho, fue precisamente este camino del no pensar el que permitió que yo accediera a ello. Debes saber además que una vez dentro del entendimiento, tampoco hace falta ya la seguridad. ¿Y por qué no hace falta la seguridad? te preguntas. Es sencillo, porque la seguridad presupone una incertidumbre. La seguridad surge de la falta de sí misma. Cuando buscamos verdades o certezas, lo hacemos precisamente porque carecemos de ellas; cuando buscamos nuestra propia afirmación es porque no hemos logrado simplemente 'ser'; cuando buscamos seguridad, es precisamente por nuestra inseguridad. Entonces, una vez que has entrado en la comprensión, no necesitas más de estas reacciones a la incertidumbre. Una vez que has comprendido, no necesitas más buscar verdades. La comprensión misma es la realidad. La comprensión es la seguridad de que no hace falta la seguridad.
¿Te das cuenta entonces de que la verdad siempre está en donde nunca la hemos buscado? Sí, ahí en ese lugar en donde nunca llega la mirada; en la esquina incierta de un recinto lleno de discursos pomposos y poesías fatuas; en los silencios que dejan al hablar un par de sabios que departen momentos de claridad. Así es. La verdad sin duda está en el tiempo que pasa entre una promesa y otra. Quizá sea mejor darte un ejemplo. Alguna vez te dije que si estabas conmigo no te iba a suceder ningún daño... ¿lo recuerdas? Quizá no, pues todavía no entrabas en el sueño entonces. De cualquier forma, nunca te dije por qué no podrías temer si me llevaras contigo. Pues bien, ahora te lo digo. Yo tengo la suerte de ser muy grande y vivir en muchos lados. Vivo en diversos corazones. No en todos, eso es seguro. Si viviera en todos los corazones, entonces no habría sufrimiento. Sin embargo, no son pocos los que me albergan. Como son tantos los que me tienen por compañero, entonces son también muchos los que me protegen. Sí, son muchos los que me alertan del peligro, me orientan en momentos de desesperanza, me esconden de los que me odian o simplemente me apartan de los que no me aman. Porque debo decirte que también hay muchos que me quisieran ver derrotado.
Pero esto no tiene nada de especial, podrás pensar. Tantos señores con poder tienen ejércitos que los rodean, hombres armados de diferentes formas que matarían por proteger a su amo, a su dueño, y aun así, el mundo está lleno de poderosos que mueren infelices. Entonces, ¿cómo es que yo, sin ser siquiera un poderoso, estoy tan seguro de que los que me protegen pueden sin duda evitar que algo malo me suceda? El hecho es simple. No hay un solo momento o un solo espacio en el que no me puedan proteger. No hay un solo mal del que no me puedan resguardar. Así es, tanto me protegen de un daño físico, como de uno moral, o incluso sentimental. Lo mismo me resguardan de una soledad que de una falsa compañía. Te puedo asegurar que no estoy sobredimensionando su protección. ¿Sabes por qué esto es así? Porque quienes me protegen no son como tú o como yo. Quienes me han protegido desde siempre son exactamente treinta y tres ideas... el espíritu de las ideas.
¡Espíritus! ¡Ideas! ¿Qué tontería, no? ¿Cómo puedo creer yo en espíritus ideales? ¿Cómo es que yo siendo tan viejo y con toda mi experiencia te puedo hablar a ti de espíritus? Pues bien, antes de que digas algo, déjame aclararte que yo no creo en espíritus. Así es. No comprometería nunca el materialismo emancipante que ha formado parte de mi historia, de mi desarrollo. No, yo no creo en los espíritus. Te puedo asegurar que el idealismo es una de las mayores mentiras jamás dichas, una mentira utilizada por aquellos que me han perdido para sojuzgar a tantos otros que pueden o no ser mis compañeros. Sin embargo, sí me protegen las ideas... y su espíritu. Sí, tal y como lo estás escuchando, me protege aquello en lo que no creo, aquello cuya existencia material pongo en cuestión, aquello que por tanto tiempo he abstraído de la categoría de realidad.
Es aquí donde volvemos al punto de la realidad. Te voy a explicar cómo es que me pueden proteger quienes no son reales sin que por ello comprometa la materialidad de su existencia. Pues bien, quizá no te hayas percatado todavía, pero la realidad sólo existe en sus efectos prácticos. La realidad natural, ontológica, esencial, verdadera, sólo puede existir en su impacto en los que la percibimos. Por ejemplo, ¿cómo sabes que existe una montaña? Sólo porque te obstruye la visión del horizonte, porque puedes pararte en ella o caminarla, recorrer sus bosques, sus accidentados campos, percibir el aroma de sus flores, escuchar el canto de sus pájaros, el aullido de sus coyotes, el azadón de los indios que en ella producen sus tierras. Sólo así puedes creer que existe una montaña. Sin embargo, esto de ninguna manera te da la certidumbre de que la montaña está en verdad ahí.
¿Cómo? ¿Un retorno al idealismo? ¿Un resbaloso discurso posmoderno? Quizá pudieras pensar que a esto se ha reducido mi anunciada comprensión. Quizá estés pensando que en verdad me contradigo y en los hechos estoy destruyendo aquello que pretendo defender. Pues bien, si así pensaras, será porque has olvidado ya o no te has percatado de que comencé diciéndote que para llegar a la verdad, primero habría que deshacerse de toda forma de seguridad, de todo tipo de certeza. Pues es precisamente por esto que la incertidumbre de la verdad de la montaña ya no es relevante para saber de su existencia, porque su existencia es tal, sólo en tanto que es práctica. Así es, si la realidad es o no es, se vuelve totalmente irrelevante cuando en los hechos prácticos ésta tiene un impacto. ¿De qué nos sirve disertar sobre la seguridad de la existencia de la realidad, si en los hechos prácticos, todos vivimos en ella, todos somos parte de ella? La realidad se vuelve irrelevante si no es una realidad práctica, y cuando es una realidad práctica, entonces no importa si es ontológica.
¿Te das cuenta cómo es que no importa si existen o no los espíritus? El hecho es que en sus efectos prácticos, yo soy protegido. Y soy protegido porque si no fuera así, todo el mundo hubiera ya perecido. Simplemente, tengo que ser protegido, y ellos lo hacen, aunque no puedan existir. También podrás ahora comprender por qué comencé diciendo que el misterio que ahora puedo entender precede a la realidad misma. Pues es precisamente porque la realidad, como habrás ya deducido, es cosa de los humanos. Es porque la realidad es construida por los hombres y mujeres que al vivir sometidos a sus efectos prácticos la vuelven irrelevante. Así, si la realidad es humana y el misterio está desde antes de que tú fueras tú, y aun de que yo fuera yo, entonces el misterio ha sido antes que la realidad.
¿Has visto cómo la espiritualidad es algo mucho más profundo que un simple ritual de monos pensantes? ¿Has podido entender ya que la espiritualidad sólo puede ser parte de mí en tanto que se aleje de idealismos lúdicos y comportamientos revestidos de misticismos rebuscados? En efecto, la verdad práctica de la espiritualidad es la verdad misma. ¿Puedes ahora ver cómo es que la verdad está siempre en donde no la buscamos? Siempre la buscamos en la certeza, pero nunca en la incertidumbre. Siempre la buscamos en la realidad y no en sus efectos.
Si has logrado escucharme hasta ahora, entonces no podrás ya dudar de que puedo comprender el misterio. No te quedará la tentación de cuestionar la verdad de mi entendimiento, porque sabes que entre más quieras tener la seguridad de que es verdad lo que digo, más te alejarás de la comprensión del misterio. De hecho, sin dudar de la verdad, no querrás seguir buscándola en lo que siempre ha sido cierto.
Pero déjame ahora que te diga qué es la verdad. Permíteme llevar tu mirada a la sustancia de lo verdadero. Ya te imaginarás la importancia que reviste esta sabiduría. Sí, tantas veces hemos abusado de la 'verdad'. Tantas veces hemos peleado, hemos hecho daño y hemos declarado guerras por la verdad, pero ni siquiera nos hemos detenido antes a comprender esa verdad. Y no te hablo de las tantas verdades que hemos siempre construido; no, yo te hablo de la Verdad, de esa verdad que presupone toda forma de realidad. Has de saber que la verdad es la única esencia de todos los que alguna vez hemos sentido. Sí, así es, de los que tenemos algo más que un pensamiento, porque la verdad, aunque te parezca un sinsentido, no está hecha de pensamientos, no resulta del razonamiento, no es materia de conocimiento. No, la verdad es materia del sentimiento... La esencia material de la verdad es el amor. En verdad, el amor ahora te lo digo, es la única realidad. El amor es la verdad. Sólo cuando puedas sentir el amor, podrás entonces estar en la verdad.
Sin embargo, debes tener cuidado con esta comprensión. Es cierto que el amor es verdad y por lo tanto la verdad es amor. Pero así como la verdad se ha deformado en nuestros pensamientos, así también el amor se ha deformado en nuestros sentimientos. Así es. Se ha abusado tantas veces de un amor bastardo, un amor vacío, estéril, artificial, burgués, farsante. Se ha pretendido hacer pasar por amor al interés, al deseo, a la vanidad y al egoísmo. El amor se ha revestido de una individualidad totalizante, negando así su propia esencia. El amor no puede ser individual. Presta ahora mucha atención pues el individuo es la antítesis del amor. El amor nunca lo vas a encontrar ahí. El amor, por el contrario, sólo me puede pertenecer a mí, que soy 'nosotros'. El amor es una realidad colectiva en tanto que tú eres tan sólo una pequeña parte de mí, y no podrías existir si no fueras esa pequeña parte de mí. ¿Te habías dado cuenta de que los humanos no podemos existir en aislamiento? No podemos negarnos colectivamente. El individuo en sí es tan sólo una metáfora, una alegoría que nos representa esa coincidencia de relaciones que forma nuestro carácter. Si no existiera yo, tú no podrías sentir.
¿Sabes cuál es la importancia del sentir? No vayas a creer que es algo menor, que es simplemente un accidente que acompaña a la vida. No, de ninguna manera. El sentir es precisamente lo que nos da vida. Es por esto que los sentimientos sólo se pueden vivir en el extremo, en su radicalidad, en su máxima posible expresión. Cuando en algún momento te sorprendas sintiendo, entonces siente de verdad, siente profundamente, siente con pasión... siente, no tengas miedo de sentir. Sí, es cierto, a veces puede ser muy doloroso. A veces quisiéramos sentir diferente, o cambiar de sentimiento cuando uno nos hace sufrir. A veces yo he llegado a desear que simplemente pudiéramos mudar de sentimientos como mudamos cotidianamente de ropas. ¿Te imaginas? Despertar un día en la mañana, sentir el frío, el ronronear de la lluvia de otoño, el gris continuo de la luz diurna, el olor a tierra mojada, y entonces poder simplemente decir, “hoy voy a vestir una playera de nostalgia.” Enseguida caminar por un parque, saludando a los árboles, platicándoles la vida, escuchando sus consejos, seguir caminando y ya en mi amada costa, saludar al mar, reflexionar con él; y después, ¿por qué no? Volar un rato. Dar un paseo en compañía de una paloma y un colibrí, (también con uno que otro zopilote, pues a veces los discriminamos por ser aves vernáculas). Así, llegada la noche, quitarse la nostalgia y ponerse una pijama de tranquilidad, para el siguiente día amanecer y frente al ropero escoger un sweater de alegría y optimismo, y acompañarlo con una ligera bufanda de picardía. Entonces confrontar al mundo. Reír a carcajadas de las trampas de la vida. Bromear, chistar, y alardear de mis defectos. Después en la tarde, acabado el almuerzo, quitarse el sweater y ponerse una playera de creatividad con unos pantalones de esperanza, para entonces pasar la tarde haciendo música, pintura y poesía. Al caer una vez más la noche, ponerse un rato la tristeza y la melancolía en un pequeño traje anacoreta. Luego salir al patio y dibujar constelaciones con las estrellas que levitan alrededor de la luna en cuarto menguante. Finalmente, al término de la semana, vestir un juego de empatía, con huaraches de coraje y un sombrero de rabia, para entonces no dejar pasar la indiferencia ante la miseria y el sufrimiento de quienes como yo, también habrán vestido trajes de dolor.
Pues sí, sería lindo poder vestir así los sentimientos ¿no? Entonces no habría uno que durara más de lo que nuestra dignidad pudiera soportar. ¿Pero cómo? ¿No te parece? ¿Crees que sería mejor simplemente no sentir? ¿Dices que si no tuviéramos que sentir, entonces no podríamos nunca sufrir? Pues quizá tengas razón en eso. ¿Pero has pensado seriamente en las implicaciones del no sentir? ¿Qué sería de nosotros si no tuviéramos la capacidad de sentir? Seríamos solamente máquinas pensantes. Nada podría diferenciarnos de las computadoras. Podríamos entonces matar, engañar, traicionar, robar, destruir, sin ningún tipo de restricción moral. Incluso si no tuviéramos la capacidad de enojarnos o de entristecernos, si no hubiéramos conocido el llanto, entonces cómo podríamos decir que vivimos. Los sentimientos son lo que nos motiva a vivir. Sin ellos yo no podría existir.
¿Comprendes la importancia del sentir? Es el material de que está hecha la vida. Sin embargo muchos charlatanes te han querido vender la idea del sin sentido, o más bien del falso sentir que no es más que una apología del no sentir. El mundo está lleno de gente falsa, de hombres y mujeres que escupen engaños en best sellers. No te dejes llevar por autores o autoras que te quieran imponer la individualidad como camino, que te hablen de fórmulas acabadas, que pretendan hacer pasar la justicia por simple venganza, la libertad por bestialidad. No olvides nunca que precisamente lo más natural y primitivo de los seres es su convivencia en sociedad.
¿Sabes? No te dije que los que me protegen tienen un punto débil. Sí, así es, sólo hay una forma en la que yo pudiera sufrir daño. Y ese daño sólo puede ser un daño mortal. No hay nada que yo pueda hacer para evitarlo. ¿Qué daño es ese tan terrible e irremediablemente ineludible? dirás ahora. Pues bien, ese daño, ese punto débil, es el engaño de amor. Por eso te pido ahora que nunca vayas a decir que amas cuando no amas, y principalmente, nunca pero nunca vayas a querer con engaños. Cuando me quieras engañar me habrás perdido. Entonces te habrás convertido en un animal, en un insecto kafkiano; en un animal que vive de instintos, que sólo puede existir para satisfacer sus necesidades más inmediatas. Te habrás convertido en la sombra de ese animal. En ese mismo momento me habrás matado también. Dejaré de existir en ti, y tú, habrás perdido para siempre la posibilidad de ser tú. Entonces no existirá más el amor... ¿Ves cómo es imposible obviar el misterio?
¿Cómo dices? ¿Que todavía no te he dicho cuál es el misterio? ¿Me preguntas que en qué consiste el misterio que finalmente he comprendido? ¿Pero qué... acaso aún no lo has entendido?
"No vayas a creer lo que te cuentan del mundo (ni siquiera esto que te estoy contando) ya te dije que el mundo es incontable" - Benedetti
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martes, 30 de diciembre de 2008
sábado, 20 de diciembre de 2008
Apuntes para la participación popular
La lucha por la construcción del socialismo no es un proceso mecánico que se vaya a dar automáticamente, como por arte de magia , sino que presupone la acción colectiva consciente de una diversidad de sujetos sociales que, tomando conciencia de su papel como agentes de cambio, logren incidir en el desarrollo dialéctico de la historia. Nuestro socialismo sólo puede ser conquistado por medio de la acción del pueblo, en su más amplio sentido, lo que significa que, contrario a la práctica de grupos anquilosados en interpretaciones dogmáticas y mecánicas del marxismo, un grupo vanguardista de selectos revolucionarios no será suficiente para la construcción de esa sociedad post-capitalista; es el pueblo quien tiene que convertirse en partícipe activo de su liberación; es el pueblo consciente y organizado quien debe tomar las riendas de su propio destino. Es por eso que nuestra acción revolucionaria debe ir encaminada hacia la multiplicación del sujeto colectivo que es a la vez agente de cambio (sujeto-agente), por medio de la construcción de conciencia. A continuación presentamos algunas anotaciones que pretenden delinear una serie de principios para impulsar la participación del pueblo en la lucha por un nuevo orden social. (...Leer el texto completo)
viernes, 28 de noviembre de 2008
La Ideología según Althusser
(Exégesis)
Todo intento de exposición de la visión althusseriana de “ideología” requiere tomar como punto de partida el marco conceptual que nos da el marxismo para entender mejor el desarrollo de la historia. Según esta concepción, todas las sociedades humanas son el producto de la lucha de clases. Efectivamente, toda formación social histórica resulta de la relación dialéctica entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción. Toda formación social, es esencialmente, un modo de producción. En otras palabras, para entender el funcionamiento de una sociedad en un momento histórico determinado, es necesario dirigir la mirada a la forma en que los seres humanos producen socialmente las condiciones de su existencia.
Ahora bien, toda formación social debe, al mismo tiempo que produce, reproducir las condiciones de su producción, es decir, debe asegurar la continuidad de la producción –y de la forma específica de esa producción– a través de las diferentes generaciones. Evidentemente, cuando nos referimos a la necesidad de reproducir las condiciones de producción, obviamos decir que son las clases dominantes quienes están más interesadas en mantener la continuidad del modo de producción. Son los capitalistas, por ejemplo, quienes están más interesados en mantener al capitalismo funcionando a través de las generaciones.
Reproducir las condiciones de producción implica, fundamentalmente, dos aspectos. 1) la reproducción de las fuerzas productivas, y 2) la reproducción de las relaciones de producción existentes. Veamos cada uno de ellos:
La reproducción de las fuerzas productivas
Cuando nos referimos a las fuerzas productivas, nos referimos a las condiciones materiales de la producción (los medios de producción) y a las no materiales, como la tecnología, la investigación científica, etc. Pero también nos referimos a la fuerza de trabajo.
Es evidente que para reproducir los medios de producción (las fábricas, las herramientas, las materias primas, etc.,) se necesitan más fábricas, más herramientas y más materias primas. En el análisis marxista, esto tiene que ver con la diferencia entre la producción de los medios de producción y la producción de los medios de consumo. Sin embargo, para esta exposición, bastará con mencionar que para que la producción pueda seguir en pie, se necesitan producir las herramientas y las máquinas que permiten esa producción, pero que a su vez, necesitan para su producción otras herramientas y otras máquinas, y así sucesivamente, hasta el infinito. De igual forma, para mantener la continuidad de la producción, se necesitan reproducir las condiciones no materiales de la producción, es necesario un esfuerzo constante por mantener las investigaciones tecnológicas, así como el avance de las ciencias, que son condición necesaria para la producción industrial.
Con relación a la fuerza de trabajo, el marxismo nos dice que su reproducción está asegurada en el salario. Es decir, para que una obrera o un obrero pueda venir al día siguiente a su puesto de trabajo, necesita reponer sus energías, necesita comer, necesita descansar, necesita recrearse. El salario que recibe, no es más que el valor suficiente para satisfacer estas necesidades que le permitirán regresar día con día a su puesto de trabajo. Bueno, no sólo esto. El salario también tiene que ser suficiente para reproducir la fuerza de trabajo generacionalmente. Esto significa que tiene que cubrir el mínimo para la manutención de la familia del obrero, y en particular para que éste pueda tener y criar a sus hijos, que son nada menos que los futuros obreros. Aquí habría que hacer un análisis de las condiciones actuales de la reproducción de la fuerza de trabajo, y quizá nos daríamos cuenta de que hoy los salarios, principalmente en el llamado “tercer mundo”, ya no son para la mayoría de la clase trabajadora, ni siquiera suficientes para cubrir estas necesidades básicas. Sin embargo, esto trasciende el presente trabajo.
Ahora bien, Althusser nos dice que esto no es suficiente para reproducir a la fuerza de trabajo. Es decir, que no es suficiente con reproducir materialmente a la fuerza de trabajo. Para reproducir la fuerza de trabajo, es necesario también reproducir 1) su calificación técnica y 2) su sumisión. El primer caso resulta obvio cuando reparamos en la tan compleja división del trabajo que caracteriza al capitalismo. No es suficiente con reproducir la fuerza física del obrero, sino que se necesita reproducir sus capacidades técnicas cada vez más especializadas. Esto se da, fundamentalmente fuera del lugar de trabajo, por ejemplo, en las escuelas técnicas, universidades, etc.
El segundo caso, quizá no resulte tan obvio. Cuando nos dice Althusser que es necesario reproducir la sumisión del obrero, nos está diciendo que se necesita que la clase obrera se someta ideológicamente a un esquema que sea funcional al sistema de producción. Por ejemplo, aún si un obrero tuviera resueltas sus condiciones de existencia física, y fuera calificado técnicamente, si éste no se sometiera a la disciplina de la fábrica, al orden social establecido, entonces no sería funcional para el sistema, y por lo mismo, no podría reproducirse el sistema. Si los obreros no tuvieran un grado de sometimiento ideológico, sino que se rebelaran, entonces, en términos económicos, no se cubriría la necesidad de una fuerza de trabajo, que es una condición necesaria para la producción de valor.
Resumiendo, nos damos cuenta de que para reproducir las fuerzas productivas, es necesario reponer constantemente los medios de producción (máquinas, herramientas, materias primas, etc.,) así como la investigación tecnológica y las ciencias, pero también es necesario reproducir a la fuerza de trabajo en dos aspectos, es decir, en términos del salario que permite reproducirse físicamente a la clase trabajadora, pero también en su calificación por medio de la formación técnica y profesional, y principalmente, en su sometimiento ideológico que permitirá al obrero adaptarse a su papel económico de simple fuerza de trabajo.
El Estado
Antes de examinar cómo se reproducen las relaciones de producción, Althusser nos presenta una visión del Estado que pretende llevar la teoría marxista del Estado más allá de lo descriptivo, e introduce las categorías necesarias para entender más a fondo la reproducción de las relaciones de producción.
El marxismo nos da una visión de la sociedad que podría dividirse fundamentalmente en dos niveles, la infraestructura (base económica) y la superestructura (el Estado jurídico-político y la ideología) –algunos marxistas presentan tres niveles, infraestructura, estructura, y superestructura, pero por lo pronto, bastará con esta concepción que es en la que se basa Althusser.
De acuerdo a la visión clásica, la infraestructura, que es la unidad de las fuerzas productivas y las relaciones de producción, es la que determina en última instancia a la superestructura. Esto no quiere decir que ello implique una determinación mecánica, lo que negaría toda posibilidad de historia. Por el contrario, existe una “autonomía relativa” de la superestructura con respecto a la base, la cual está determinada por factores históricos, geográficos, etc. Así mismo, la infraestructura también es afectada en cierto nivel por la superestructura, es decir, existe una “reacción” de la superestructura sobre la base. Esto quiere decir que las formas particulares de Estado, o los sistemas jurídico-políticos y la ideología particular de una sociedad, también repercutirán en la composición económica de la sociedad. Por supuesto, la determinación primaria es al revés, pero esta no es absoluta.
Ahora bien, el Estado, que se ubica dentro de la superestructura, es fundamentalmente un Estado de clase –nos dice el marxismo– y su función principal es la de un aparato represivo. En otras palabras, el Estado es utilizado por la clase dominante –o la alianza de clases dominantes– para reprimir a las clases subalternas. Este aparato represivo de Estado se conforma por instituciones como la policía, los tribunales, los sistemas penitenciarios, el ejército, el gobierno, la burocracia, etc.
Sin embargo, Althusser nos previene de confundir entre el poder de Estado y el aparato de Estado. Este es un error muy común en la izquierda. El aparato de Estado son todas las instituciones por medio de las cuales se ejerce el poder de Estado. No obstante, puede haber un cambio en el poder de Estado sin que esto implique una modificación en el aparato de Estado. La lucha de clases, de acuerdo a la concepción marxista clásica, concierne al poder de Estado, es decir, es la disputa por ejercer el poder de Estado.
Hasta aquí, Althusser nos presenta la visión más o menos clásica del marxismo con respecto al Estado. Sin embargo, para él, ésta no es suficiente, o mejor dicho, esta visión implica otro aspecto que no está necesariamente explícito en la teoría clásica. Para Althusser no basta con distinguir entre poder de Estado y aparato de Estado, sino que se necesita identificar también “otra realidad que se manifiesta junto al aparato (represivo) de Estado, pero que no se confunde con él,”[1] es decir, “los aparatos ideológicos de Estado” (AIE). Estos son, por ejemplo, el aparato religioso, escolar, familiar, jurídico, político, sindical, de información, cultural, etc.
De esta forma, Althusser nos presenta un Estado cuya función no es únicamente la de reprimir, sino la de crear un sometimiento ideológico de las clases dominadas a las clases dominantes. La función de represión se lleva a cabo a través del aparato represivo de Estado que es, según Althusser, un aparato fundamentalmente unificado. Esto quiere decir que funciona a través de una estructura centralizada y más o menos coherente. Por ejemplo, si bien es cierto que existen diferentes instituciones represivas como las policías, el ejército, los tribunales, etc., todas estas instituciones funcionan dentro de un esquema de estructura orgánica de Estado, es decir, son parte de un aparato coherente de Estado. Esto quizá habría que analizarlo a la luz de la realidad actual, y evaluar qué tanto los aparatos de Estado actuales están unificados, pues si tomamos en cuenta las diferentes pugnas inter-burguesas, así como las contradicciones de los narco-estados y las pugnas dentro del aparato mismo, pudiera parecer que en realidad no está tan unificado el aparato (represivo) de Estado en la práctica. Esto se podría abordar en un análisis empírico de las actuales evoluciones del Estado, sin embargo, por ahora nos limitamos a la visión formal y jurídica del aparato de Estado, que sí tiene que tener forzosamente un grado de unificación, y que es la que Althusser contrapone a los aparatos ideológicos del Estado. Éstos, por su parte, son una pluralidad de aparatos y no constituyen un sólo aparato unificado. Por ejemplo la iglesia, formalmente, no tiene que ver con el aparato educativo (en un estado laico) o con los medios de comunicación, o con el sindical. Cada uno de estos AIE tiene una independencia. Es por esto que Althusser habla de los aparatos ideológicos y no del aparato ideológico.
Ahora bien, el hecho de que los aparatos ideológicos de estado sean una pluralidad, no significa que no haya un elemento de unidad en ellos, algo que les de coherencia, algo que los unifique. De hecho, para que estos aparatos ideológicos puedan llamarse de Estado necesitan una cierta unidad que sea compatible con la unidad del Estado. De otra forma, no podrían llamarse parte del aparato de Estado. Este elemento de unidad no es su constitución orgánica, ni sus vínculos estructurales, sino que es precisamente la ideología con la que funcionan. Esta ideología es lo que es común a todos los AIE. Cada uno de los AIE funciona bajo la lógica de una misma ideología, y esta ideología no es más que la ideología de las clases dominantes. Es por esto que podemos decir también que las clases dominantes ejercen el poder del Estado a través del control del aparato (represivo) de Estado, pero también, tienen el control (aunque no necesariamente directo o formal) de los aparatos ideológicos de Estado, en tanto que estos funcionan bajo la lógica de la ideología dominante.
En algún momento podría parecer que los AIE no son necesariamente parte del Estado, puesto que estos están fundamentalmente en el dominio privado, a diferencia del aparato represivo de Estado que es casi por definición parte del dominio público. Por ejemplo, las instituciones gubernamentales son públicas, mientras que la familia es por excelencia un dominio privado, lo mismo que con la cultura y la religión. Esto nos haría incluso cuestionar el hecho de llamar a los AIE aparatos de Estado. ¿Cómo puede ser la familia un aparato de Estado? ¿Cómo pueden ser los sindicatos parte del aparato de Estado? Dejando de lado las particularidades de un Estado corporativista como en el caso de México, podemos decir que los AIE son aparatos de Estado en tanto que el elemento unificador es precisamente la ideología de las clases dominantes que son las que ejercen el poder de Estado. Es por esto que Althusser los categoriza no sólo como aparatos de Estado, sino como aparatos ideológicos de Estado, que no implica un aparato formal y orgánicamente vinculado a la totalidad del Estado.
Con este razonamiento, podríamos incluso decir que ni el aparato represivo de Estado pertenece exclusivamente al dominio público, ni los AIE pertenecen al dominio privado. Nos dice Althusser que “la distinción entre lo público y lo privado es una distinción interna del derecho burgués, válida en los dominios (subordinados) donde el derecho burgués ejerce sus 'poderes.' No alcanza el dominio del Estado, pues éste está 'más allá' del Derecho.” Así pues, la represión del Estado se da tanto en el dominio público como en el privado. La represión del Estado se da a nivel social, gremial, comunal, pero también a nivel familiar, incluso individual. Baste con mencionar el caso de la criminalización del aborto o el trabajo sexual, para ejemplificar esta represión de Estado que va más allá del ámbito de lo público. Es quizá más evidente cómo los aparatos ideológicos de Estado penetran tanto a nivel privado como a nivel público. Si bien la educación y la religión, por ejemplo, tienen que ver con el desarrollo de las conciencias privadas, e individuales, también es cierto que éstas informan y condicionan las prácticas políticas.
Sin embargo, la diferencia fundamental entre los AIE y el aparato represivo de Estado, nos dice Althusser, está en que los AIE “funcionan masivamente con la ideología como forma predominante, pero utilizan secundariamente y en situaciones límite, una represión muy atenuada, disimulada, es decir, simbólica” mientras que el aparato represivo de Estado “funciona masivamente con la represión (incluso física), como forma predominante y sólo secundariamente con la ideología”. Esto quiere decir que tanto loas AIE como el aparato represivo de Estado funcionan con una combinación de ideología y represión, pero en los primeros predomina la ideología y en los segundos la represión. Así, vemos que la escuela es el principal punto en donde se reproduce la ideología, se reproducen las concepciones burguesas de propiedad privada, de moral, de disciplina, de civilismo, etc., pero también se utilizan hasta cierto grado medidas represivas, que fuerzan a los estudiantes a acatar una serie de normas, incluso físicas, como el permanecer en un salón por un periodo determinado de tiempo, llegar a una misma hora, etc. Lo mismo sucede con la familia, por ejemplo, en donde se reproduce la ideología, pero también se utilizan medidas represivas para castigar a los hijos o disciplinarlos mejor.
Podemos ver entonces que las clases dominantes ejercen el poder de Estado no sólo por disponer del aparato de Estado sino también en la medida en que participan de forma activa en la ideología dominante. Nos dice Althusser que “ninguna clase puede tener en sus manos el poder de Estado en forma duradera sin ejercer al mismo tiempo su hegemonía sobre y en los aparatos ideológicos de Estado”. Por lo mismo los AIE son no sólo objeto, sino tambien lugar de lucha de clases. Es decir, el objetivo de las luchas de clases no es únicamente tomar el poder de Estado controlando al aparato de Estado, sino también ejerciendo una fuerte influencia en la ideología. En efecto, la lucha de clases misma se libra en el ámbito de la ideología. Es decir, la lucha de clases se da también en el sistema educativo, en la cultura, en la familia, en la religión, en los medios de información, etc.
La reproducción de las relaciones de producción
Ahora regresemos al tema de la reproducción. Hasta ahora vimos la reproducción de las fuerzas productivas, y después de haber presentado el análisis althusseriano del Estado, podemos también exponer los mecanismos de reproducción de las relaciones de producción. Esto no es muy complicado, fundamentalmente, nos dice Althusser, la reproducción de las relaciones de producción está asegurada en parte por la superestructura (jurídico-política e ideológica), es decir por el ejercicio del poder del Estado a través de 1) el aparato represivo de Estado y 2) los aparatos ideológicos de Estado.
Los aparatos represivos de estado tienen como objetivo “asegurar por la fuerza (sea o no física) las condiciones políticas de reproducción de las relaciones de producción que son en última instancia relaciones de explotación”. Así, las policías se encargan de romper huelgas, de reprimir manifestaciones de disidencia, así como también de asegurar la propiedad privada y que se cumplan las normas y leyes alrededor de ésta. El ejército por su parte está encargado de exterminar todo brote de rebelión o insurgencia, así como cualquier amenaza al orden establecido, al sistema de explotación. Por su parte los tribunales, así como todo el aparato gubernamental están encargados también de hacer prevalecer el sistema político y jurídico que permite la acumulación del capital.
Los aparatos ideológicos de Estado, a su vez, tienen como objetivo mantener la armonía del Estado. Es decir, no sería suficiente con la función represiva del Estado para mantener las relaciones de producción, pues esto únicamente engendraría un mayor descontento y una creciente rebeldía que derivaría en un estado permanente de tensión y conflicto, que imposibilitaría la reproducción de las relaciones de producción. Por ello, los AIE se encargan de promover la ideología que sostiene en el poder a las clases dominantes. Por ejemplo, se encargan de que las clases trabajadoras tengan como objetivo único en la vida, el conseguir un buen trabajo, tener bienes de consumo, etc., así como de propagar el respeto a la propiedad privada, el sometimiento a las estructuras políticas, etc. Los AIE también se encargan de hacer una apoteosis del derecho y las leyes, de modo que las clases trabajadoras obedezcan casi religiosamente a las leyes, sin detenerse a cuestionar el origen mismo de clase de esas leyes.
En el periodo histórico precapitalista, el principal AIE era la iglesia, que ejercía también funciones educativas, y culturales, entre otras que tienen que ver con el sometimiento ideológico de las clases explotadas. Es precisamente contra este aparato ideológico de Estado que las revoluciones burguesas dirigieron sus ataques para poder imponer una nueva hegemonía ideológica. Nos dice Althusser que “la revolución francesa tuvo ante todo por objetivo y resultado no sólo trasladar el poder de Estado de la aristocracia feudal a la burguesía capitalista-comercial, romper parcialmente el antiguo aparato represivo de Estado y reemplazarlo por uno nuevo (el ejército nacional popular, por ejemplo), sino también atacar el aparato ideológico de Estado no. 1, la iglesia. De allí la constitución civil del clero, la confiscación de los bienes de la iglesia y la creación de nuevos aparatos ideológicos de Estado para reemplazar el aparato ideológico de Estado religioso en su rol dominante.” La iglesia entonces, fue reemplazada como AIE dominante por el aparato ideológico escolar. En el capitalismo, según Althusser, es el sistema escolar el que toma este papel dominante. “La pareja escuela-familia ha reemplazado a la pareja Iglesia-familia.” (Aquí cabría también analizar el papel creciente de los medios masivos de comunicación como aparatos ideológicos, pues quizá hoy sería más adecuado hablar de la triada escuela-familia-medios masivos de comunicación. Pero por ahora, limitémonos al terreno de lo exegético).
Evidentemente todos los AIE estan orientados hacia la reproducción de las relaciones de producción, es decir, a la continuidad del orden establecido. Por ejemplo, el aparato ideológico político propaga la ideología política, el democratismo, el parlamentarismo, para dar una imagen de inclusión política a las clases explotadas. El aparato cultural se encarga de crear esta idea de nacionalismo, chovinismo, moralismo, etc., universalizando la visión burguesa del mundo. Por ejemplo, las telenovelas más populares presentan las vicisitudes de las relaciones sociales burguesas, que contrastan diametralmente con la realidad material de la mayoría de las masas explotadas. El aparato ideológico de información (los medios masivos de comunicación, prensa escrita, radio, etc.,) se encarga de borrar del imaginario social todos los hechos que amenazan con subvertir el orden, así como de interpretar las noticias desde el punto de vista burgués. Crean la agenda de lo que es importante y lo que no, manufacturan la opinión pública. Los medios masivos de comunicación, por ejemplo, han logrado hacer creer a las masas explotadas que el tema de la “seguridad” y la lucha contra la “delincuencia organizada” es el tema más importante actualmente, cuando en realidad esto es sólo una manera de justificar ideológicamente el endurecimiento del aparato represivo de Estado, a la luz de la creciente rebelión popular.
En fin, todos los AIE tienen como último objetivo mantener y perpetuar las condiciones de explotación. Sin embargo, para Althusser, la escuela se ha convertido en el aparato ideológico de Estado predominante. Esto no es tan difícil de entender cuando reparamos en que es el único aparato que tiene una audiencia obligatoria, cinco o seis días a la semana durante casi ocho horas diarias. ¡Y esto durante los principales años formativos del ser humano! Normalmente comienza la educación escolar formal a los 5 o 6 años de edad.
La escuela enseña fundamentalmente dos cosas, 1) habilidades y 2) la ideología dominante en su estado puro. En el primer caso, las habilidades que se enseñan, como el idioma, el cálculo, las ciencias naturales, etc., también están permeadas por la ideología dominante, en el sentido de que el objetivo de estas habilidades es dar a los futuros obreros la capacidad de desempeñarse en sus puestos de trabajo. En el segundo caso, la ideología en su estado puro se enseña en las escuelas, a través de la enseñanza de la moral, la filosofía, la instrucción cívica, etc.
Ahora bien, esto es cierto, no solamente para los futuros obreros, sino para todos los miembros de la sociedad que tendrán un papel en las relaciones de producción, ya sea del lado de los explotados o de los explotadores. Veamos. Los futuros obreros, (que cada vez más son futuros obreros semidesocupados), adquieren en la escuela –además de las habilidades necesarias para su actividad productiva– la “conciencia profesional” el “nacionalismo” la conciencia “moral” y “cívica” y fundamentalmente la conciencia “apolítica”. Mientras que los futuros agentes de la explotación (capitalistas, empresarios) son entrenados en la escuela para mandar, para saber manejar las “relaciones humanas”, etc. Los agentes de la represión (políticos, burócratas, policías, soldados) también son formados en las escuelas, en donde aprenden a saber mandar y a hacerse obedecer inmediatamente, aprenden la retórica y la demagogia. Finalmente, los futuros profesionales de la ideología (sacerdotes, intelectuales, teóricos, etc.,) internalizan en el sistema escolar la ideología dominante que ellos mismos propagarán en el futuro.
De esta forma, se asegura la reproducción de las relaciones de producción, ya que no solamente se preparan a los futuros obreros para el sometimiento ideológico y su sumisión al orden establecido, sino que se forman todos los diferentes estamentos del sistema de explotación. Por supuesto, estos mecanismos están encubiertos y presentan a la escuela como un medio neutral, ajeno a toda lucha de clases, como si en ésta se impartiera una formación universal, independiente de las relaciones de producción. Es cierto que también hay dentro del sistema escolar espacios de resistencia, maestros que imparten una visión crítica del sistema. Estos espacios son sumamente importantes pues reflejan la lucha de clases dentro de los AIE. Sin embargo, estos no son la norma, y no cambian el hecho de que mientras el poder de Estado sea ejercido por las clases dominantes, la escuela, como el principal AIE en la sociedad capitalista, funciona como un medio ideológico para reproducir las relaciones de producción.
Teoría general de la ideología
Hasta ahora el análisis se ha centrado en la reproducción de las fuerzas productivas y de las relaciones de producción, sin embargo, hemos asumido el concepto de ideología. Pues bien, Althusser nos presenta un esbozo de una teoría general de la ideología, o mejor dicho, una teoría de la ideología en general que nos permite entender cómo funcionan estos aparatos ideológicos de Estado en la conciencia del sujeto. Una vez más, el punto de partida es el análisis marxista clásico.
Si bien es cierto que Marx aborda el tema de la ideología (principalmente en la Ideología Alemana) también es cierto que el análisis marxista no presenta una teoría de la ideología per se, sino que deriva a la ideología de la base económica. Nos dice Marx que “la moral, la religión, la metafísica y cualquier otra ideología y las formas de conciencia que a ellas corresponden pierden... la apariencia de su propia sustantividad, no tienen su propia historia ni su propio desarrollo, sino que los hombres que desarrollan su producción material y su intercambio material cambian también, al cambiar esta realidad, su pensamiento y los productos de su pensamiento.”[2] Para Marx, la ideología es una especie de sistema de ideas, de representaciones deformadas de la realidad social que dominan la conciencia de los grupos sociales, pero que no surgen por sí mismas, sino que resultan de su actividad productiva. La ideología, entonces, no tiene una historia propia. Esto quiere decir que la historia de la ideología no es más que la historia del desarrollo material de las fuerzas productivas y las relaciones de producción, de las cuales se deriva la ideología. Entonces, de acuerdo al análisis marxista clásico, para entender la ideología no hay que ver a la ideología, pues no hay nada en ella, sino que hay que voltear a ver a la base económica. “En la Ideología Alemana...” nos dice Althusser, “la ideología es concebida como pura ilusión, puro sueño, es decir nada. Toda su realidad está fuera de sí misma.”
Para entender mejor esta nulidad de la ideología en la concepción marxista clásica, Althusser hace un paralelo con la concepción del sueño en los autores anteriores a Freud. Para estos, el sueño era algo así como el resultado puramente imaginario de “residuos diurnos” que aparecían arbitrariamente en los sueños, al azar, sin ninguna significación propia. Así se podría decir que en la concepción marxista clásica, la ideología aparece como residuo de una historia material, una historia del desarrollo de las fuerzas productivas y las relaciones de producción, pero como un residuo sin significado ni existencia propia.
Este es el problema a partir del cual, Althusser propone una teoría de la ideología. Para ello, comienza por hacer una distinción entre las ideologías y la ideología en general. Las ideologías son aquellas que pertenecen a momentos históricos y a sociedades específicas. Estas sí tienen una historia propia, que aunque está determinada en última instancia por la lucha de clases, responde a factores históricos. Las particularidades de una ideología religiosa, por ejemplo, pueden ubicar su desarrollo y formación en factores históricos y en previos acontecimientos ideológicos, aunque estos estén determinados en última instancia por el modo de producción.
Ahora bien, la ideología a secas, o la ideología en general no tiene historia, es decir, es ahistórica. Pero esta carencia de historia no es la misma que en la concepción marxista clásica de la ideología. Esto no quiere decir que su historia sea únicamente el residuo de la historia económica, sino más bien que la existencia de la ideología trasciende toda historia. Es pues más adecuado decir que la ideología es “omnihistórica” y no “ahistórica”. Esto es, que está presente en toda la historia. Así como para Freud, el inconsciente es eterno, para Althusser la “forma” en que funciona la ideología es inmutable en el transcurso de la historia. De hecho, nos dice Althusser que “la eternidad del inconsciente está en relación con la eternidad de la ideología en general.”
Una vez hecha esta diferenciación, es posible plantear las tesis de la teoría general de la ideología (que no trata de “las ideologías” necesariamente, sino de la “ideología” en general). La primera tesis concierne al objeto de la ideología.
1. “La ideología es una 'representación' de la relación imaginaria de los individuos con sus condiciones de existencia.”
En las teorías clásicas, y el pensamiento crítico, es aceptado comúnmente que toda ideología no es una verdad, es decir, que toda ideología es una concepción imaginaria, una deformación. Sin embargo, casi siempre se acepta también que esa concepción imaginaria hace alusión a una realidad, y que basta con interpretarla para llegar a esa realidad, es decir, que la ideología es una transposición de la realidad. Ejemplo de ello es la concepción de Feuerbach de la religión. Para Feuerbach, Dios no es más que una creación del hombre, una creación imaginaria. Sin embargo, esta creación imaginaria alude a una realidad, es decir, a la esencia humana. Entonces, Dios sería una transposición deformada de la esencia humana. Para llegar a entender esa esencia, bastaría con interpretar la concepción de Dios.
Pues bien, para Althusser, lo que está representado en la ideología no son las condiciones reales de existencia, sino la relación entre los individuos y sus condiciones de existencia. Así, no sería la esencia humana la que estuviera representada en el concepto de Dios, sino la relación del sujeto con su esencia, es decir, con su esencia como especie. En otras palabras, lo que ocultaría la ideología de la religión es la concepción imaginaria del sujeto sobre su papel en relación con su condición de ser humano.
Evidentemente la ideología está determinada en última instancia por la relación entre fuerzas productivas y relaciones de producción. Pero desde este punto de vista, lo que se representa en la ideología no son las relaciones de producción, sino la relación entre los sujetos y las relaciones de producción. Lo que se imaginan ellos que son las formas de su relación con la sociedad.
2. “La ideología tiene una existencia material”
La segunda tesis que nos presenta Althusser nos da una visión no idealista de la ideología. Esto es, la creación imaginaria que el sujeto se hace de su relación con sus condiciones de existencia, no existe idealmente, únicamente en su cabeza, sino que sólo existe en tanto que se materializa en actos. La creencia de un individuo depende de la existencia de una serie de ideas en su conciencia. Pero estas ideas no existen así nadamás sueltas, aisladas, arbitrariamente en su cabeza, sino que son parte de un dispositivo conceptual del que el individuo dispone en su conciencia, y este dispositivo conceptual depende de un aparato ideológico, que cuenta con una serie de prácticas reguladas y rituales, que el individuo lleva a cabo para materializar su ideología.
Por ejemplo, cuando alguien cree en Dios, su creencia depende de una estructura lógica de lo que cree, que le hace llevar a cabo una serie de actos, como rezar, ir a la iglesia, hacer penitencia, o cuando menos esperar algo de ese Dios. Así, su idea de Dios existe en sus actos materiales. Pero estos actos materiales no son arbitrarios, sino que están insertos en prácticas reguladas por rituales que dependen de la existencia de un aparato ideológico, en este caso, la religión.
Ahora bien, esto es válido para todos los sujetos, es decir, no sucede sólo en algunos que individuos que estén “ideologizados” como vulgarmente se acusa a algunos grupos sociales, sino que la ideología existe en todos los sujetos. De hecho, todo sujeto dotado de una conciencia (lo cual es pre-requisito para ser sujeto) debe traducir sus ideas en actos, o más bien, en actos que se enmarcan en prácticas reguladas.
Así pues, nos dice Althusser, “la existencia de las ideas de su creencia es material, en tanto esas ideas son actos materiales insertos en prácticas materiales, reguladas por rituales materiales definidos, a su vez, por el aparato ideológico material del que proceden las ideas de ese sujeto.” Entonces, podríamos decir que no hay ideología sino hay práctica, pero también, “no hay práctica sino por y bajo una ideología.”
3. “La ideología interpela a los individuos como sujetos”
Finalmente, el aspecto central de esta teoría concierne precisamente a la categoría de sujeto. En este sentido, “no hay ideología sino por el sujeto y para los sujetos.” El sujeto constituye a toda ideología pero también toda ideología constituye a los sujetos, es decir, tiene como función constituir a los individuos en sujetos. Esto quiere decir que así como no hay ideología sino por el sujeto, también todos los sujetos son ideológicos. El ser humano es un “animal ideológico”. Veamos esto más detalladamente.
Comenzamos por hacer una diferencia entre el individuo y el sujeto. En este sentido, los individuos sólo son eso, individuos, fragmentos atomizados, una individualidad numérica solamente, lo cual no presupone una conciencia de sí mismo ni una existencia como sujeto en la sociedad. Evidentemente esta diferencia es abstracta, en tanto que los individuos no pueden existir sino como sujetos, pero mantengamos la diferencia conceptual para dilucidar el mecanismo en que la ideología constituye a los sujetos.
Ahora bien, la ideología convierte a los individuos en sujetos. Los convierte en sujetos en tanto que los interpela. ¿Qué quiere decir esto? Pongamos un ejemplo. Cuando alguien en la calle dice: “Hey Pedro, ¿cómo estás?” Yo Pedro, me volteo y reconozco que me están hablando a mí. Que soy yo a quien se dirige la voz que habla. En ese sentido me reconozco yo como sujeto. De igual manera, la Religión, los medios de comunicación, las diferentes ideologías, interpelan al individuo y éste al reconocerse en esa interpelación se convierte en sujeto. Por ejemplo, el discurso religioso dice algo así como: “Yo me dirijo a ti, individuo humano llamado Pedro... para decirte que Dios existe y que tú le debes rendir cuentas. Agrega: es Dios quien se dirige a tí por intermedio de mi voz... Dice: he aquí quien eres tú; ¡tú eres Pedro! ¡He aquí cuál es tu origen, has sido creado por Dios por la eternidad, aunque hayas nacido en 1920 después de Juesucristo! ¡He aquí tu lugar en el mundo! ¡He aquí lo que debes hacer! ¡Gracias a lo cual, si observas la 'ley del amor', serás salvado, tú, Pedro, y formarás parte del Cuerpo Glorioso de Cristo!, etcetera.”
Así pues, la religión interpela a los sujetos y éstos se reconocen en esa interpelación. En otro ejemplo, más actual, podríamos decir que los medios masivos de comunicación igualmente interpelan al sujeto. Cuando nuestro Pedro ve una película, un programa de televisión. Lo que sucede es que esa película o ese programa le está hablando directamente a él, y él se está reconociendo en ese programa. Se reconoce en el personaje del programa, en la situación, en la realidad que se le presenta en la película. El mensaje en este caso sería algo así como: Yo me dirijo a tí Pedro para decirte quién eres tú. Tú existes en tanto que consumes, y sólo eres alguien en tanto que consumas lo que yo te digo que consumas. Esta es la forma en que debes vestirte, comportarte, pensar, etc., y este es tu papel en el mundo. Y gracias a que existe este mundo (que te da esta forma de vivir -consumir) eres feliz.
Vemos entonces que la ideología funciona a través de la interpelación a los sujetos. Sin embargo, hay otro elemento en este proceso. Al ser interpelado el sujeto, tiene que haber alguien que lo interpele. Es decir alguien que es quien le está hablando. En el primer caso es claro, se trata de Dios quien le habla a Pedro. Este Dios, para poder interpelar a Pedro, tiene que ser también un sujeto. Pero no es cualquier sujeto. El concepto de Dios en este ejemplo se convierte en el sujeto por excelencia. Althusser lo identifica con la capitalización del termino Sujeto. Así, en el primer ejemplo, vemos que el Sujeto interpela a un sujeto. En esta interpelación entonces, el sujeto se reconoce a sí mismo, pero también reconoce al Sujeto que le habla. Y reconoce al Sujeto no como a cualquiera de los otros sujetos sino como al Sujeto por excelencia, por lo cual, se somete a este Sujeto. Sucede entonces que el sujeto entiende que su sometimiento al Sujeto es “la garantía absoluta de que todo está bien como está y de que, con la condición de que los sujetos reconozcan lo que son y se conduzcan en consecuencia, todo irá bien.”
Volvamos al ejemplo de la película. En este caso el sujeto es también interpelado por el Sujeto. (Esto es valido para todos los casos, en tanto que lo que Althusser trata de describir es el mecanismo por el cual toda ideología convierte a los individuos en sujetos, asegurando así su sumisión). El Sujeto (el Sistema capitalista, la Sociedad actual, etc.,) se deifica de modo que se le presenta al sujeto como algo divino, el Sujeto por excelencia. Es el Sistema quien le habla. Pedro se reconoce como Pedro cuando le habla el Sujeto. Pedro reconoce también a ese Sistema y se somete a él, pues entiende que su sometimiento es la garantía de que él es quien es, de que él es Pedro y existe en una sociedad.
Últimas consideraciones
Es precisamente por esta sumisión del sujeto al Sujeto –la cual le garantiza que todo estará bien– que los sujetos actúan en consecuencia. Es por ello que necesariamente toda ideología se materializa en actos, que a su vez forman parte de prácticas reguladas. Ahora bien, los aparatos ideológicos de Estado, aseguran la reproducción del sistema, en tanto que sostienen la ideología dominante, que hace que los sujetos se reconozcan en esa ideología (aun si es una ideología que pertenece a una clase ajena a ellos) como sujetos. Es decir, se subjetivan en la ideología dominante. Se reconocen como sujetos en la ideología dominante, y materializan ese reconocimiento en las prácticas reguladas por los aparatos ideológicos de Estado.
Por supuesto, aquí son necesarias unas palabras de caución. Lo que se presenta es una teoría general del funcionamiento de la ideología, lo cual no explica las particularidades de las ideologías, las cuales son producto de la lucha de clases. El sometimiento no es total y absoluto –de ser así, no existiría la necesidad de los aparatos represivos de Estado, y no podría haber historia, dado que la historia es el producto de la lucha de clases.
En este sentido, es claro que las ideologías no nacen en los AIE, sino que son el producto de la lucha de clases. Nos dice Althusser que “los AIE no son la realización de la ideología en general, ni tampoco la realización sin conflictos de la ideología de la clase dominante.” Por supuesto, la ideología es también producto de la lucha de clases, por lo que los AIE son a la vez objeto y lugar de la lucha de clases. Entonces, si bien los AIE funcionan con la ideología dominante, también es cierto que las clases explotadas resisten de diferentes formas esa dominación ideológica. Como nos advierte Althusser, “quien dice lucha de clase de la clase dominante dice resistencia, rebelión y lucha de clase de la clase dominada”.
Notas
[1] Todas las citas que no tengan referencia son de L. Althusser, Ideología y Aparatos Ideológicos del Estado.
[2] La Ideología Alemana, de Karl Marx
Todo intento de exposición de la visión althusseriana de “ideología” requiere tomar como punto de partida el marco conceptual que nos da el marxismo para entender mejor el desarrollo de la historia. Según esta concepción, todas las sociedades humanas son el producto de la lucha de clases. Efectivamente, toda formación social histórica resulta de la relación dialéctica entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción. Toda formación social, es esencialmente, un modo de producción. En otras palabras, para entender el funcionamiento de una sociedad en un momento histórico determinado, es necesario dirigir la mirada a la forma en que los seres humanos producen socialmente las condiciones de su existencia.
Ahora bien, toda formación social debe, al mismo tiempo que produce, reproducir las condiciones de su producción, es decir, debe asegurar la continuidad de la producción –y de la forma específica de esa producción– a través de las diferentes generaciones. Evidentemente, cuando nos referimos a la necesidad de reproducir las condiciones de producción, obviamos decir que son las clases dominantes quienes están más interesadas en mantener la continuidad del modo de producción. Son los capitalistas, por ejemplo, quienes están más interesados en mantener al capitalismo funcionando a través de las generaciones.
Reproducir las condiciones de producción implica, fundamentalmente, dos aspectos. 1) la reproducción de las fuerzas productivas, y 2) la reproducción de las relaciones de producción existentes. Veamos cada uno de ellos:
La reproducción de las fuerzas productivas
Cuando nos referimos a las fuerzas productivas, nos referimos a las condiciones materiales de la producción (los medios de producción) y a las no materiales, como la tecnología, la investigación científica, etc. Pero también nos referimos a la fuerza de trabajo.
Es evidente que para reproducir los medios de producción (las fábricas, las herramientas, las materias primas, etc.,) se necesitan más fábricas, más herramientas y más materias primas. En el análisis marxista, esto tiene que ver con la diferencia entre la producción de los medios de producción y la producción de los medios de consumo. Sin embargo, para esta exposición, bastará con mencionar que para que la producción pueda seguir en pie, se necesitan producir las herramientas y las máquinas que permiten esa producción, pero que a su vez, necesitan para su producción otras herramientas y otras máquinas, y así sucesivamente, hasta el infinito. De igual forma, para mantener la continuidad de la producción, se necesitan reproducir las condiciones no materiales de la producción, es necesario un esfuerzo constante por mantener las investigaciones tecnológicas, así como el avance de las ciencias, que son condición necesaria para la producción industrial.
Con relación a la fuerza de trabajo, el marxismo nos dice que su reproducción está asegurada en el salario. Es decir, para que una obrera o un obrero pueda venir al día siguiente a su puesto de trabajo, necesita reponer sus energías, necesita comer, necesita descansar, necesita recrearse. El salario que recibe, no es más que el valor suficiente para satisfacer estas necesidades que le permitirán regresar día con día a su puesto de trabajo. Bueno, no sólo esto. El salario también tiene que ser suficiente para reproducir la fuerza de trabajo generacionalmente. Esto significa que tiene que cubrir el mínimo para la manutención de la familia del obrero, y en particular para que éste pueda tener y criar a sus hijos, que son nada menos que los futuros obreros. Aquí habría que hacer un análisis de las condiciones actuales de la reproducción de la fuerza de trabajo, y quizá nos daríamos cuenta de que hoy los salarios, principalmente en el llamado “tercer mundo”, ya no son para la mayoría de la clase trabajadora, ni siquiera suficientes para cubrir estas necesidades básicas. Sin embargo, esto trasciende el presente trabajo.
Ahora bien, Althusser nos dice que esto no es suficiente para reproducir a la fuerza de trabajo. Es decir, que no es suficiente con reproducir materialmente a la fuerza de trabajo. Para reproducir la fuerza de trabajo, es necesario también reproducir 1) su calificación técnica y 2) su sumisión. El primer caso resulta obvio cuando reparamos en la tan compleja división del trabajo que caracteriza al capitalismo. No es suficiente con reproducir la fuerza física del obrero, sino que se necesita reproducir sus capacidades técnicas cada vez más especializadas. Esto se da, fundamentalmente fuera del lugar de trabajo, por ejemplo, en las escuelas técnicas, universidades, etc.
El segundo caso, quizá no resulte tan obvio. Cuando nos dice Althusser que es necesario reproducir la sumisión del obrero, nos está diciendo que se necesita que la clase obrera se someta ideológicamente a un esquema que sea funcional al sistema de producción. Por ejemplo, aún si un obrero tuviera resueltas sus condiciones de existencia física, y fuera calificado técnicamente, si éste no se sometiera a la disciplina de la fábrica, al orden social establecido, entonces no sería funcional para el sistema, y por lo mismo, no podría reproducirse el sistema. Si los obreros no tuvieran un grado de sometimiento ideológico, sino que se rebelaran, entonces, en términos económicos, no se cubriría la necesidad de una fuerza de trabajo, que es una condición necesaria para la producción de valor.
Resumiendo, nos damos cuenta de que para reproducir las fuerzas productivas, es necesario reponer constantemente los medios de producción (máquinas, herramientas, materias primas, etc.,) así como la investigación tecnológica y las ciencias, pero también es necesario reproducir a la fuerza de trabajo en dos aspectos, es decir, en términos del salario que permite reproducirse físicamente a la clase trabajadora, pero también en su calificación por medio de la formación técnica y profesional, y principalmente, en su sometimiento ideológico que permitirá al obrero adaptarse a su papel económico de simple fuerza de trabajo.
El Estado
Antes de examinar cómo se reproducen las relaciones de producción, Althusser nos presenta una visión del Estado que pretende llevar la teoría marxista del Estado más allá de lo descriptivo, e introduce las categorías necesarias para entender más a fondo la reproducción de las relaciones de producción.
El marxismo nos da una visión de la sociedad que podría dividirse fundamentalmente en dos niveles, la infraestructura (base económica) y la superestructura (el Estado jurídico-político y la ideología) –algunos marxistas presentan tres niveles, infraestructura, estructura, y superestructura, pero por lo pronto, bastará con esta concepción que es en la que se basa Althusser.
De acuerdo a la visión clásica, la infraestructura, que es la unidad de las fuerzas productivas y las relaciones de producción, es la que determina en última instancia a la superestructura. Esto no quiere decir que ello implique una determinación mecánica, lo que negaría toda posibilidad de historia. Por el contrario, existe una “autonomía relativa” de la superestructura con respecto a la base, la cual está determinada por factores históricos, geográficos, etc. Así mismo, la infraestructura también es afectada en cierto nivel por la superestructura, es decir, existe una “reacción” de la superestructura sobre la base. Esto quiere decir que las formas particulares de Estado, o los sistemas jurídico-políticos y la ideología particular de una sociedad, también repercutirán en la composición económica de la sociedad. Por supuesto, la determinación primaria es al revés, pero esta no es absoluta.
Ahora bien, el Estado, que se ubica dentro de la superestructura, es fundamentalmente un Estado de clase –nos dice el marxismo– y su función principal es la de un aparato represivo. En otras palabras, el Estado es utilizado por la clase dominante –o la alianza de clases dominantes– para reprimir a las clases subalternas. Este aparato represivo de Estado se conforma por instituciones como la policía, los tribunales, los sistemas penitenciarios, el ejército, el gobierno, la burocracia, etc.
Sin embargo, Althusser nos previene de confundir entre el poder de Estado y el aparato de Estado. Este es un error muy común en la izquierda. El aparato de Estado son todas las instituciones por medio de las cuales se ejerce el poder de Estado. No obstante, puede haber un cambio en el poder de Estado sin que esto implique una modificación en el aparato de Estado. La lucha de clases, de acuerdo a la concepción marxista clásica, concierne al poder de Estado, es decir, es la disputa por ejercer el poder de Estado.
Hasta aquí, Althusser nos presenta la visión más o menos clásica del marxismo con respecto al Estado. Sin embargo, para él, ésta no es suficiente, o mejor dicho, esta visión implica otro aspecto que no está necesariamente explícito en la teoría clásica. Para Althusser no basta con distinguir entre poder de Estado y aparato de Estado, sino que se necesita identificar también “otra realidad que se manifiesta junto al aparato (represivo) de Estado, pero que no se confunde con él,”[1] es decir, “los aparatos ideológicos de Estado” (AIE). Estos son, por ejemplo, el aparato religioso, escolar, familiar, jurídico, político, sindical, de información, cultural, etc.
De esta forma, Althusser nos presenta un Estado cuya función no es únicamente la de reprimir, sino la de crear un sometimiento ideológico de las clases dominadas a las clases dominantes. La función de represión se lleva a cabo a través del aparato represivo de Estado que es, según Althusser, un aparato fundamentalmente unificado. Esto quiere decir que funciona a través de una estructura centralizada y más o menos coherente. Por ejemplo, si bien es cierto que existen diferentes instituciones represivas como las policías, el ejército, los tribunales, etc., todas estas instituciones funcionan dentro de un esquema de estructura orgánica de Estado, es decir, son parte de un aparato coherente de Estado. Esto quizá habría que analizarlo a la luz de la realidad actual, y evaluar qué tanto los aparatos de Estado actuales están unificados, pues si tomamos en cuenta las diferentes pugnas inter-burguesas, así como las contradicciones de los narco-estados y las pugnas dentro del aparato mismo, pudiera parecer que en realidad no está tan unificado el aparato (represivo) de Estado en la práctica. Esto se podría abordar en un análisis empírico de las actuales evoluciones del Estado, sin embargo, por ahora nos limitamos a la visión formal y jurídica del aparato de Estado, que sí tiene que tener forzosamente un grado de unificación, y que es la que Althusser contrapone a los aparatos ideológicos del Estado. Éstos, por su parte, son una pluralidad de aparatos y no constituyen un sólo aparato unificado. Por ejemplo la iglesia, formalmente, no tiene que ver con el aparato educativo (en un estado laico) o con los medios de comunicación, o con el sindical. Cada uno de estos AIE tiene una independencia. Es por esto que Althusser habla de los aparatos ideológicos y no del aparato ideológico.
Ahora bien, el hecho de que los aparatos ideológicos de estado sean una pluralidad, no significa que no haya un elemento de unidad en ellos, algo que les de coherencia, algo que los unifique. De hecho, para que estos aparatos ideológicos puedan llamarse de Estado necesitan una cierta unidad que sea compatible con la unidad del Estado. De otra forma, no podrían llamarse parte del aparato de Estado. Este elemento de unidad no es su constitución orgánica, ni sus vínculos estructurales, sino que es precisamente la ideología con la que funcionan. Esta ideología es lo que es común a todos los AIE. Cada uno de los AIE funciona bajo la lógica de una misma ideología, y esta ideología no es más que la ideología de las clases dominantes. Es por esto que podemos decir también que las clases dominantes ejercen el poder del Estado a través del control del aparato (represivo) de Estado, pero también, tienen el control (aunque no necesariamente directo o formal) de los aparatos ideológicos de Estado, en tanto que estos funcionan bajo la lógica de la ideología dominante.
En algún momento podría parecer que los AIE no son necesariamente parte del Estado, puesto que estos están fundamentalmente en el dominio privado, a diferencia del aparato represivo de Estado que es casi por definición parte del dominio público. Por ejemplo, las instituciones gubernamentales son públicas, mientras que la familia es por excelencia un dominio privado, lo mismo que con la cultura y la religión. Esto nos haría incluso cuestionar el hecho de llamar a los AIE aparatos de Estado. ¿Cómo puede ser la familia un aparato de Estado? ¿Cómo pueden ser los sindicatos parte del aparato de Estado? Dejando de lado las particularidades de un Estado corporativista como en el caso de México, podemos decir que los AIE son aparatos de Estado en tanto que el elemento unificador es precisamente la ideología de las clases dominantes que son las que ejercen el poder de Estado. Es por esto que Althusser los categoriza no sólo como aparatos de Estado, sino como aparatos ideológicos de Estado, que no implica un aparato formal y orgánicamente vinculado a la totalidad del Estado.
Con este razonamiento, podríamos incluso decir que ni el aparato represivo de Estado pertenece exclusivamente al dominio público, ni los AIE pertenecen al dominio privado. Nos dice Althusser que “la distinción entre lo público y lo privado es una distinción interna del derecho burgués, válida en los dominios (subordinados) donde el derecho burgués ejerce sus 'poderes.' No alcanza el dominio del Estado, pues éste está 'más allá' del Derecho.” Así pues, la represión del Estado se da tanto en el dominio público como en el privado. La represión del Estado se da a nivel social, gremial, comunal, pero también a nivel familiar, incluso individual. Baste con mencionar el caso de la criminalización del aborto o el trabajo sexual, para ejemplificar esta represión de Estado que va más allá del ámbito de lo público. Es quizá más evidente cómo los aparatos ideológicos de Estado penetran tanto a nivel privado como a nivel público. Si bien la educación y la religión, por ejemplo, tienen que ver con el desarrollo de las conciencias privadas, e individuales, también es cierto que éstas informan y condicionan las prácticas políticas.
Sin embargo, la diferencia fundamental entre los AIE y el aparato represivo de Estado, nos dice Althusser, está en que los AIE “funcionan masivamente con la ideología como forma predominante, pero utilizan secundariamente y en situaciones límite, una represión muy atenuada, disimulada, es decir, simbólica” mientras que el aparato represivo de Estado “funciona masivamente con la represión (incluso física), como forma predominante y sólo secundariamente con la ideología”. Esto quiere decir que tanto loas AIE como el aparato represivo de Estado funcionan con una combinación de ideología y represión, pero en los primeros predomina la ideología y en los segundos la represión. Así, vemos que la escuela es el principal punto en donde se reproduce la ideología, se reproducen las concepciones burguesas de propiedad privada, de moral, de disciplina, de civilismo, etc., pero también se utilizan hasta cierto grado medidas represivas, que fuerzan a los estudiantes a acatar una serie de normas, incluso físicas, como el permanecer en un salón por un periodo determinado de tiempo, llegar a una misma hora, etc. Lo mismo sucede con la familia, por ejemplo, en donde se reproduce la ideología, pero también se utilizan medidas represivas para castigar a los hijos o disciplinarlos mejor.
Podemos ver entonces que las clases dominantes ejercen el poder de Estado no sólo por disponer del aparato de Estado sino también en la medida en que participan de forma activa en la ideología dominante. Nos dice Althusser que “ninguna clase puede tener en sus manos el poder de Estado en forma duradera sin ejercer al mismo tiempo su hegemonía sobre y en los aparatos ideológicos de Estado”. Por lo mismo los AIE son no sólo objeto, sino tambien lugar de lucha de clases. Es decir, el objetivo de las luchas de clases no es únicamente tomar el poder de Estado controlando al aparato de Estado, sino también ejerciendo una fuerte influencia en la ideología. En efecto, la lucha de clases misma se libra en el ámbito de la ideología. Es decir, la lucha de clases se da también en el sistema educativo, en la cultura, en la familia, en la religión, en los medios de información, etc.
La reproducción de las relaciones de producción
Ahora regresemos al tema de la reproducción. Hasta ahora vimos la reproducción de las fuerzas productivas, y después de haber presentado el análisis althusseriano del Estado, podemos también exponer los mecanismos de reproducción de las relaciones de producción. Esto no es muy complicado, fundamentalmente, nos dice Althusser, la reproducción de las relaciones de producción está asegurada en parte por la superestructura (jurídico-política e ideológica), es decir por el ejercicio del poder del Estado a través de 1) el aparato represivo de Estado y 2) los aparatos ideológicos de Estado.
Los aparatos represivos de estado tienen como objetivo “asegurar por la fuerza (sea o no física) las condiciones políticas de reproducción de las relaciones de producción que son en última instancia relaciones de explotación”. Así, las policías se encargan de romper huelgas, de reprimir manifestaciones de disidencia, así como también de asegurar la propiedad privada y que se cumplan las normas y leyes alrededor de ésta. El ejército por su parte está encargado de exterminar todo brote de rebelión o insurgencia, así como cualquier amenaza al orden establecido, al sistema de explotación. Por su parte los tribunales, así como todo el aparato gubernamental están encargados también de hacer prevalecer el sistema político y jurídico que permite la acumulación del capital.
Los aparatos ideológicos de Estado, a su vez, tienen como objetivo mantener la armonía del Estado. Es decir, no sería suficiente con la función represiva del Estado para mantener las relaciones de producción, pues esto únicamente engendraría un mayor descontento y una creciente rebeldía que derivaría en un estado permanente de tensión y conflicto, que imposibilitaría la reproducción de las relaciones de producción. Por ello, los AIE se encargan de promover la ideología que sostiene en el poder a las clases dominantes. Por ejemplo, se encargan de que las clases trabajadoras tengan como objetivo único en la vida, el conseguir un buen trabajo, tener bienes de consumo, etc., así como de propagar el respeto a la propiedad privada, el sometimiento a las estructuras políticas, etc. Los AIE también se encargan de hacer una apoteosis del derecho y las leyes, de modo que las clases trabajadoras obedezcan casi religiosamente a las leyes, sin detenerse a cuestionar el origen mismo de clase de esas leyes.
En el periodo histórico precapitalista, el principal AIE era la iglesia, que ejercía también funciones educativas, y culturales, entre otras que tienen que ver con el sometimiento ideológico de las clases explotadas. Es precisamente contra este aparato ideológico de Estado que las revoluciones burguesas dirigieron sus ataques para poder imponer una nueva hegemonía ideológica. Nos dice Althusser que “la revolución francesa tuvo ante todo por objetivo y resultado no sólo trasladar el poder de Estado de la aristocracia feudal a la burguesía capitalista-comercial, romper parcialmente el antiguo aparato represivo de Estado y reemplazarlo por uno nuevo (el ejército nacional popular, por ejemplo), sino también atacar el aparato ideológico de Estado no. 1, la iglesia. De allí la constitución civil del clero, la confiscación de los bienes de la iglesia y la creación de nuevos aparatos ideológicos de Estado para reemplazar el aparato ideológico de Estado religioso en su rol dominante.” La iglesia entonces, fue reemplazada como AIE dominante por el aparato ideológico escolar. En el capitalismo, según Althusser, es el sistema escolar el que toma este papel dominante. “La pareja escuela-familia ha reemplazado a la pareja Iglesia-familia.” (Aquí cabría también analizar el papel creciente de los medios masivos de comunicación como aparatos ideológicos, pues quizá hoy sería más adecuado hablar de la triada escuela-familia-medios masivos de comunicación. Pero por ahora, limitémonos al terreno de lo exegético).
Evidentemente todos los AIE estan orientados hacia la reproducción de las relaciones de producción, es decir, a la continuidad del orden establecido. Por ejemplo, el aparato ideológico político propaga la ideología política, el democratismo, el parlamentarismo, para dar una imagen de inclusión política a las clases explotadas. El aparato cultural se encarga de crear esta idea de nacionalismo, chovinismo, moralismo, etc., universalizando la visión burguesa del mundo. Por ejemplo, las telenovelas más populares presentan las vicisitudes de las relaciones sociales burguesas, que contrastan diametralmente con la realidad material de la mayoría de las masas explotadas. El aparato ideológico de información (los medios masivos de comunicación, prensa escrita, radio, etc.,) se encarga de borrar del imaginario social todos los hechos que amenazan con subvertir el orden, así como de interpretar las noticias desde el punto de vista burgués. Crean la agenda de lo que es importante y lo que no, manufacturan la opinión pública. Los medios masivos de comunicación, por ejemplo, han logrado hacer creer a las masas explotadas que el tema de la “seguridad” y la lucha contra la “delincuencia organizada” es el tema más importante actualmente, cuando en realidad esto es sólo una manera de justificar ideológicamente el endurecimiento del aparato represivo de Estado, a la luz de la creciente rebelión popular.
En fin, todos los AIE tienen como último objetivo mantener y perpetuar las condiciones de explotación. Sin embargo, para Althusser, la escuela se ha convertido en el aparato ideológico de Estado predominante. Esto no es tan difícil de entender cuando reparamos en que es el único aparato que tiene una audiencia obligatoria, cinco o seis días a la semana durante casi ocho horas diarias. ¡Y esto durante los principales años formativos del ser humano! Normalmente comienza la educación escolar formal a los 5 o 6 años de edad.
La escuela enseña fundamentalmente dos cosas, 1) habilidades y 2) la ideología dominante en su estado puro. En el primer caso, las habilidades que se enseñan, como el idioma, el cálculo, las ciencias naturales, etc., también están permeadas por la ideología dominante, en el sentido de que el objetivo de estas habilidades es dar a los futuros obreros la capacidad de desempeñarse en sus puestos de trabajo. En el segundo caso, la ideología en su estado puro se enseña en las escuelas, a través de la enseñanza de la moral, la filosofía, la instrucción cívica, etc.
Ahora bien, esto es cierto, no solamente para los futuros obreros, sino para todos los miembros de la sociedad que tendrán un papel en las relaciones de producción, ya sea del lado de los explotados o de los explotadores. Veamos. Los futuros obreros, (que cada vez más son futuros obreros semidesocupados), adquieren en la escuela –además de las habilidades necesarias para su actividad productiva– la “conciencia profesional” el “nacionalismo” la conciencia “moral” y “cívica” y fundamentalmente la conciencia “apolítica”. Mientras que los futuros agentes de la explotación (capitalistas, empresarios) son entrenados en la escuela para mandar, para saber manejar las “relaciones humanas”, etc. Los agentes de la represión (políticos, burócratas, policías, soldados) también son formados en las escuelas, en donde aprenden a saber mandar y a hacerse obedecer inmediatamente, aprenden la retórica y la demagogia. Finalmente, los futuros profesionales de la ideología (sacerdotes, intelectuales, teóricos, etc.,) internalizan en el sistema escolar la ideología dominante que ellos mismos propagarán en el futuro.
De esta forma, se asegura la reproducción de las relaciones de producción, ya que no solamente se preparan a los futuros obreros para el sometimiento ideológico y su sumisión al orden establecido, sino que se forman todos los diferentes estamentos del sistema de explotación. Por supuesto, estos mecanismos están encubiertos y presentan a la escuela como un medio neutral, ajeno a toda lucha de clases, como si en ésta se impartiera una formación universal, independiente de las relaciones de producción. Es cierto que también hay dentro del sistema escolar espacios de resistencia, maestros que imparten una visión crítica del sistema. Estos espacios son sumamente importantes pues reflejan la lucha de clases dentro de los AIE. Sin embargo, estos no son la norma, y no cambian el hecho de que mientras el poder de Estado sea ejercido por las clases dominantes, la escuela, como el principal AIE en la sociedad capitalista, funciona como un medio ideológico para reproducir las relaciones de producción.
Teoría general de la ideología
Hasta ahora el análisis se ha centrado en la reproducción de las fuerzas productivas y de las relaciones de producción, sin embargo, hemos asumido el concepto de ideología. Pues bien, Althusser nos presenta un esbozo de una teoría general de la ideología, o mejor dicho, una teoría de la ideología en general que nos permite entender cómo funcionan estos aparatos ideológicos de Estado en la conciencia del sujeto. Una vez más, el punto de partida es el análisis marxista clásico.
Si bien es cierto que Marx aborda el tema de la ideología (principalmente en la Ideología Alemana) también es cierto que el análisis marxista no presenta una teoría de la ideología per se, sino que deriva a la ideología de la base económica. Nos dice Marx que “la moral, la religión, la metafísica y cualquier otra ideología y las formas de conciencia que a ellas corresponden pierden... la apariencia de su propia sustantividad, no tienen su propia historia ni su propio desarrollo, sino que los hombres que desarrollan su producción material y su intercambio material cambian también, al cambiar esta realidad, su pensamiento y los productos de su pensamiento.”[2] Para Marx, la ideología es una especie de sistema de ideas, de representaciones deformadas de la realidad social que dominan la conciencia de los grupos sociales, pero que no surgen por sí mismas, sino que resultan de su actividad productiva. La ideología, entonces, no tiene una historia propia. Esto quiere decir que la historia de la ideología no es más que la historia del desarrollo material de las fuerzas productivas y las relaciones de producción, de las cuales se deriva la ideología. Entonces, de acuerdo al análisis marxista clásico, para entender la ideología no hay que ver a la ideología, pues no hay nada en ella, sino que hay que voltear a ver a la base económica. “En la Ideología Alemana...” nos dice Althusser, “la ideología es concebida como pura ilusión, puro sueño, es decir nada. Toda su realidad está fuera de sí misma.”
Para entender mejor esta nulidad de la ideología en la concepción marxista clásica, Althusser hace un paralelo con la concepción del sueño en los autores anteriores a Freud. Para estos, el sueño era algo así como el resultado puramente imaginario de “residuos diurnos” que aparecían arbitrariamente en los sueños, al azar, sin ninguna significación propia. Así se podría decir que en la concepción marxista clásica, la ideología aparece como residuo de una historia material, una historia del desarrollo de las fuerzas productivas y las relaciones de producción, pero como un residuo sin significado ni existencia propia.
Este es el problema a partir del cual, Althusser propone una teoría de la ideología. Para ello, comienza por hacer una distinción entre las ideologías y la ideología en general. Las ideologías son aquellas que pertenecen a momentos históricos y a sociedades específicas. Estas sí tienen una historia propia, que aunque está determinada en última instancia por la lucha de clases, responde a factores históricos. Las particularidades de una ideología religiosa, por ejemplo, pueden ubicar su desarrollo y formación en factores históricos y en previos acontecimientos ideológicos, aunque estos estén determinados en última instancia por el modo de producción.
Ahora bien, la ideología a secas, o la ideología en general no tiene historia, es decir, es ahistórica. Pero esta carencia de historia no es la misma que en la concepción marxista clásica de la ideología. Esto no quiere decir que su historia sea únicamente el residuo de la historia económica, sino más bien que la existencia de la ideología trasciende toda historia. Es pues más adecuado decir que la ideología es “omnihistórica” y no “ahistórica”. Esto es, que está presente en toda la historia. Así como para Freud, el inconsciente es eterno, para Althusser la “forma” en que funciona la ideología es inmutable en el transcurso de la historia. De hecho, nos dice Althusser que “la eternidad del inconsciente está en relación con la eternidad de la ideología en general.”
Una vez hecha esta diferenciación, es posible plantear las tesis de la teoría general de la ideología (que no trata de “las ideologías” necesariamente, sino de la “ideología” en general). La primera tesis concierne al objeto de la ideología.
1. “La ideología es una 'representación' de la relación imaginaria de los individuos con sus condiciones de existencia.”
En las teorías clásicas, y el pensamiento crítico, es aceptado comúnmente que toda ideología no es una verdad, es decir, que toda ideología es una concepción imaginaria, una deformación. Sin embargo, casi siempre se acepta también que esa concepción imaginaria hace alusión a una realidad, y que basta con interpretarla para llegar a esa realidad, es decir, que la ideología es una transposición de la realidad. Ejemplo de ello es la concepción de Feuerbach de la religión. Para Feuerbach, Dios no es más que una creación del hombre, una creación imaginaria. Sin embargo, esta creación imaginaria alude a una realidad, es decir, a la esencia humana. Entonces, Dios sería una transposición deformada de la esencia humana. Para llegar a entender esa esencia, bastaría con interpretar la concepción de Dios.
Pues bien, para Althusser, lo que está representado en la ideología no son las condiciones reales de existencia, sino la relación entre los individuos y sus condiciones de existencia. Así, no sería la esencia humana la que estuviera representada en el concepto de Dios, sino la relación del sujeto con su esencia, es decir, con su esencia como especie. En otras palabras, lo que ocultaría la ideología de la religión es la concepción imaginaria del sujeto sobre su papel en relación con su condición de ser humano.
Evidentemente la ideología está determinada en última instancia por la relación entre fuerzas productivas y relaciones de producción. Pero desde este punto de vista, lo que se representa en la ideología no son las relaciones de producción, sino la relación entre los sujetos y las relaciones de producción. Lo que se imaginan ellos que son las formas de su relación con la sociedad.
2. “La ideología tiene una existencia material”
La segunda tesis que nos presenta Althusser nos da una visión no idealista de la ideología. Esto es, la creación imaginaria que el sujeto se hace de su relación con sus condiciones de existencia, no existe idealmente, únicamente en su cabeza, sino que sólo existe en tanto que se materializa en actos. La creencia de un individuo depende de la existencia de una serie de ideas en su conciencia. Pero estas ideas no existen así nadamás sueltas, aisladas, arbitrariamente en su cabeza, sino que son parte de un dispositivo conceptual del que el individuo dispone en su conciencia, y este dispositivo conceptual depende de un aparato ideológico, que cuenta con una serie de prácticas reguladas y rituales, que el individuo lleva a cabo para materializar su ideología.
Por ejemplo, cuando alguien cree en Dios, su creencia depende de una estructura lógica de lo que cree, que le hace llevar a cabo una serie de actos, como rezar, ir a la iglesia, hacer penitencia, o cuando menos esperar algo de ese Dios. Así, su idea de Dios existe en sus actos materiales. Pero estos actos materiales no son arbitrarios, sino que están insertos en prácticas reguladas por rituales que dependen de la existencia de un aparato ideológico, en este caso, la religión.
Ahora bien, esto es válido para todos los sujetos, es decir, no sucede sólo en algunos que individuos que estén “ideologizados” como vulgarmente se acusa a algunos grupos sociales, sino que la ideología existe en todos los sujetos. De hecho, todo sujeto dotado de una conciencia (lo cual es pre-requisito para ser sujeto) debe traducir sus ideas en actos, o más bien, en actos que se enmarcan en prácticas reguladas.
Así pues, nos dice Althusser, “la existencia de las ideas de su creencia es material, en tanto esas ideas son actos materiales insertos en prácticas materiales, reguladas por rituales materiales definidos, a su vez, por el aparato ideológico material del que proceden las ideas de ese sujeto.” Entonces, podríamos decir que no hay ideología sino hay práctica, pero también, “no hay práctica sino por y bajo una ideología.”
3. “La ideología interpela a los individuos como sujetos”
Finalmente, el aspecto central de esta teoría concierne precisamente a la categoría de sujeto. En este sentido, “no hay ideología sino por el sujeto y para los sujetos.” El sujeto constituye a toda ideología pero también toda ideología constituye a los sujetos, es decir, tiene como función constituir a los individuos en sujetos. Esto quiere decir que así como no hay ideología sino por el sujeto, también todos los sujetos son ideológicos. El ser humano es un “animal ideológico”. Veamos esto más detalladamente.
Comenzamos por hacer una diferencia entre el individuo y el sujeto. En este sentido, los individuos sólo son eso, individuos, fragmentos atomizados, una individualidad numérica solamente, lo cual no presupone una conciencia de sí mismo ni una existencia como sujeto en la sociedad. Evidentemente esta diferencia es abstracta, en tanto que los individuos no pueden existir sino como sujetos, pero mantengamos la diferencia conceptual para dilucidar el mecanismo en que la ideología constituye a los sujetos.
Ahora bien, la ideología convierte a los individuos en sujetos. Los convierte en sujetos en tanto que los interpela. ¿Qué quiere decir esto? Pongamos un ejemplo. Cuando alguien en la calle dice: “Hey Pedro, ¿cómo estás?” Yo Pedro, me volteo y reconozco que me están hablando a mí. Que soy yo a quien se dirige la voz que habla. En ese sentido me reconozco yo como sujeto. De igual manera, la Religión, los medios de comunicación, las diferentes ideologías, interpelan al individuo y éste al reconocerse en esa interpelación se convierte en sujeto. Por ejemplo, el discurso religioso dice algo así como: “Yo me dirijo a ti, individuo humano llamado Pedro... para decirte que Dios existe y que tú le debes rendir cuentas. Agrega: es Dios quien se dirige a tí por intermedio de mi voz... Dice: he aquí quien eres tú; ¡tú eres Pedro! ¡He aquí cuál es tu origen, has sido creado por Dios por la eternidad, aunque hayas nacido en 1920 después de Juesucristo! ¡He aquí tu lugar en el mundo! ¡He aquí lo que debes hacer! ¡Gracias a lo cual, si observas la 'ley del amor', serás salvado, tú, Pedro, y formarás parte del Cuerpo Glorioso de Cristo!, etcetera.”
Así pues, la religión interpela a los sujetos y éstos se reconocen en esa interpelación. En otro ejemplo, más actual, podríamos decir que los medios masivos de comunicación igualmente interpelan al sujeto. Cuando nuestro Pedro ve una película, un programa de televisión. Lo que sucede es que esa película o ese programa le está hablando directamente a él, y él se está reconociendo en ese programa. Se reconoce en el personaje del programa, en la situación, en la realidad que se le presenta en la película. El mensaje en este caso sería algo así como: Yo me dirijo a tí Pedro para decirte quién eres tú. Tú existes en tanto que consumes, y sólo eres alguien en tanto que consumas lo que yo te digo que consumas. Esta es la forma en que debes vestirte, comportarte, pensar, etc., y este es tu papel en el mundo. Y gracias a que existe este mundo (que te da esta forma de vivir -consumir) eres feliz.
Vemos entonces que la ideología funciona a través de la interpelación a los sujetos. Sin embargo, hay otro elemento en este proceso. Al ser interpelado el sujeto, tiene que haber alguien que lo interpele. Es decir alguien que es quien le está hablando. En el primer caso es claro, se trata de Dios quien le habla a Pedro. Este Dios, para poder interpelar a Pedro, tiene que ser también un sujeto. Pero no es cualquier sujeto. El concepto de Dios en este ejemplo se convierte en el sujeto por excelencia. Althusser lo identifica con la capitalización del termino Sujeto. Así, en el primer ejemplo, vemos que el Sujeto interpela a un sujeto. En esta interpelación entonces, el sujeto se reconoce a sí mismo, pero también reconoce al Sujeto que le habla. Y reconoce al Sujeto no como a cualquiera de los otros sujetos sino como al Sujeto por excelencia, por lo cual, se somete a este Sujeto. Sucede entonces que el sujeto entiende que su sometimiento al Sujeto es “la garantía absoluta de que todo está bien como está y de que, con la condición de que los sujetos reconozcan lo que son y se conduzcan en consecuencia, todo irá bien.”
Volvamos al ejemplo de la película. En este caso el sujeto es también interpelado por el Sujeto. (Esto es valido para todos los casos, en tanto que lo que Althusser trata de describir es el mecanismo por el cual toda ideología convierte a los individuos en sujetos, asegurando así su sumisión). El Sujeto (el Sistema capitalista, la Sociedad actual, etc.,) se deifica de modo que se le presenta al sujeto como algo divino, el Sujeto por excelencia. Es el Sistema quien le habla. Pedro se reconoce como Pedro cuando le habla el Sujeto. Pedro reconoce también a ese Sistema y se somete a él, pues entiende que su sometimiento es la garantía de que él es quien es, de que él es Pedro y existe en una sociedad.
Últimas consideraciones
Es precisamente por esta sumisión del sujeto al Sujeto –la cual le garantiza que todo estará bien– que los sujetos actúan en consecuencia. Es por ello que necesariamente toda ideología se materializa en actos, que a su vez forman parte de prácticas reguladas. Ahora bien, los aparatos ideológicos de Estado, aseguran la reproducción del sistema, en tanto que sostienen la ideología dominante, que hace que los sujetos se reconozcan en esa ideología (aun si es una ideología que pertenece a una clase ajena a ellos) como sujetos. Es decir, se subjetivan en la ideología dominante. Se reconocen como sujetos en la ideología dominante, y materializan ese reconocimiento en las prácticas reguladas por los aparatos ideológicos de Estado.
Por supuesto, aquí son necesarias unas palabras de caución. Lo que se presenta es una teoría general del funcionamiento de la ideología, lo cual no explica las particularidades de las ideologías, las cuales son producto de la lucha de clases. El sometimiento no es total y absoluto –de ser así, no existiría la necesidad de los aparatos represivos de Estado, y no podría haber historia, dado que la historia es el producto de la lucha de clases.
En este sentido, es claro que las ideologías no nacen en los AIE, sino que son el producto de la lucha de clases. Nos dice Althusser que “los AIE no son la realización de la ideología en general, ni tampoco la realización sin conflictos de la ideología de la clase dominante.” Por supuesto, la ideología es también producto de la lucha de clases, por lo que los AIE son a la vez objeto y lugar de la lucha de clases. Entonces, si bien los AIE funcionan con la ideología dominante, también es cierto que las clases explotadas resisten de diferentes formas esa dominación ideológica. Como nos advierte Althusser, “quien dice lucha de clase de la clase dominante dice resistencia, rebelión y lucha de clase de la clase dominada”.
Notas
[1] Todas las citas que no tengan referencia son de L. Althusser, Ideología y Aparatos Ideológicos del Estado.
[2] La Ideología Alemana, de Karl Marx
Estado Criminal
A dos años del gobierno impostor de Felipe Calderón, seguimos escuchando a todas las voces oficiales pregonando la famosa lucha contra la delincuencia organizada, la guerra contra el narcotráfico. Todos los aparatos ideológicos de Estado están siendo movilizados para convencernos de que la sociedad mexicana está siendo amenazada por el crimen organizado, y que vivimos en una eterna inseguridad, cuya única solución es la intervención del Estado que lucha por todos los medios en contra de esos grupos mafiosos que hoy nos acosan. Mano dura, nos dicen, penas de muerte para los secuestradores, un cuerpo de policía único, intervención del Ejército en la lucha contra la delincuencia, en fin, todo el poder al Estado para que acabe con la inseguridad.
Dejando a un lado la ya tan probada relación inversa entre represión y seguridad, toda esta campaña mediática oculta un hecho fundamental para confundir al pueblo. Nos presenta una visión de sociedad, en la que el Estado es una entidad ajena a un conflicto entre sociedad y crimen organizado, algo así como un arbitro que tiene como objetivo garantizar la seguridad de la sociedad, y por lo mismo combatir a los grupos criminales. Esta imagen oculta el hecho real de que hoy por hoy el Estado es uno y lo mismo con el crimen organizado. Es decir, quienes tienen el poder de Estado son un grupo de mafiosos que han logrado penetrar todas las dimensiones del aparato de Estado. Sabemos que todo Estado es un Estado de clase, un aparato utilizado por una clase para defender sus intereses. Sin embargo, hoy, el Estado mexicano ha pasado de ser simplemente un Estado de clase a ser un Estado de clase controlado por una mafia, es decir un Estado mafioso, un Estado criminal, un aparato utilizado por la mafia para proteger sus intereses.
Evidentemente la mafia, así como el Estado, no está unificada, sino que permanece fragmentada. Existen diferentes grupos y cárteles que se disputan zonas de influencia, rutas y mercados para la producción de enervantes. Estos diferentes cárteles ya no sólo son protegidos y favorecidos por las diferentes estructuras de Estado, sino que ahora son parte de estas estructuras, lo que ha llevado a que el Estado mismo se convierta en objeto y lugar de la confrontación entre los diferentes cárteles. Las detenciones espectaculares de capos y sicarios del narcotráfico no son más que ajustes de cuentas entre estos diferentes intereses, los cuales han ventilado la colusión entre los más altos funcionarios (como el caso de Genaro García Luna, secretario de seguridad pública, Noe Ramírez Mandujano, extitular de la SIEDO, Fernando Rivera Hernández, director general adjunto de inteligencia de la SIEDO, entre muchos otros) y los cárteles de la droga.
Sin embargo, ya no es sólo el Estado el que está sirviendo al narcotráfico, pues esto supone una diferenciación entre ellos. Por el contrario, como se trata de un Estado mafioso, el funcionamiento es doble. El Estado funciona como mafia y la mafia funciona como Estado. Hoy, los grupos de sicarios del narco, bajo la protección del Ejército Mexicano, están cumpliendo funciones paramilitares contrainsurgentes. Son enviados por los grupos de poder a combatir a los sectores organizados del pueblo. La paramilitarización del narcotráfico es un fenómeno reciente que pone en evidencia la funcionalidad del narcotráfico para el Estado. Hoy es común también que las campañas electorales sean financiadas por el narcotráfico, y no sólo eso, sino que los candidatos mismos son puestos por los diferentes cárteles.
Es claro entonces que la famosa guerra contra el narcotráfico no tiene como objetivo el combatir al narco, sino recomponer las relaciones de fuerza entre los diferentes grupos de la mafia. Ahora bien, esta guerra ha traído como consecuencia la deshumanización de la sociedad, así como la normalización de la violencia. Hoy se pretende justificar y normalizar actos de barbarie como lo es la tortura, el asesinato político, la desaparición forzada, así como la detención ilegal (el arraigo) con el pretexto de la inseguridad, con el pretexto del combate al terrorismo. En realidad, lo que existe es un terrorismo que se ha apropiado de la legitimidad del Estado para asegurarse impunidad, llevar a cabo sus actividades criminales, y combatir a los sectores populares que se defienden. Como en los tiempos más obscuros de las dictaduras latinoamericanas, hoy el pueblo mexicano es víctima de un terrorismo de Estado.
No obstante, el carácter criminal del Estado no se deriva únicamente de su vinculación y colusión con el narcotráfico. La acumulación de capital y el despojo de los bienes y las riquezas del pueblo ha sido la función principal del Estado de clase en la sociedad capitalista. Hoy, estas funciones han adquirido un carácter netamente criminal que se escuda en una superestructura jurídico-política que pretende legitimar el despojo. En plena crisis económica, el Estado lejos de garantizar el bienestar de las clases subalternas, ha actuado como el más vulgar de los ladrones, robándole a los pobres para dárselo a los ricos, es decir, a la mafia que controla el Estado, a ellos mismos. El caso de las afores es muy ilustrativo, en el sentido de que sin dejar ninguna opción a los trabajadores, se les despojó de sus pensiones para beneficiar a los banqueros y a las compañías trasnacionales. Los rescates financieros multimillonarios, como en el caso de Comercial Mexicana, son tan sólo otro ejemplo de cómo el Estado decide regalar el dinero de las reservas (dinero de los trabajadores mexicanos) a los grandes empresarios, con el argumento de que hay que asegurar los activos de estas empresas para no afectar la economía. Más de 11 mil millones de dólares de las reservas mexicanas fueron subastados a compañías como Televisa, TV Azteca, Cemex y Vitro, entre otras, mientras que el salario cada vez vale menos. En otras palabras, en tiempos de crisis, se le quita el dinero a los pobres para dárselo a los ricos.
Vemos pues, que el carácter criminal del Estado es doble; por un lado lleva a cabo un cínico despojo al pueblo mexicano (Afore, PEMEX, ISSTE, ACE, etc.,) y por otro lado se fortalece, armándose hasta los dientes para combatir a quienes resultan despojados, a quienes se organizan para defenderse. Quienes tienen el poder en México no son más que un grupo de criminales que se amparan en la supuesta legitimidad del Estado y ponen a su servicio tanto el aparato represivo de Estado como los aparatos ideológicos de Estado. Sin embargo, esta realidad está ausente en la mayoría de los análisis de la situación actual y los debates en la izquierda. Es necesario entonces que se comience a incorporar esta realidad en la mira crítica del movimiento popular para poder organizarnos más eficazmente, no sólo en la lógica de la lucha en contra del Estado de clase, sino para resistir y hacer frente a los grupos mafiosos que hoy dominan ese Estado de clase, desenmascarando el doble discurso de la supuesta guerra contra la delincuencia organizada, que más bien debiera llamarse guerra de la delincuencia organizada contra el pueblo.
Dejando a un lado la ya tan probada relación inversa entre represión y seguridad, toda esta campaña mediática oculta un hecho fundamental para confundir al pueblo. Nos presenta una visión de sociedad, en la que el Estado es una entidad ajena a un conflicto entre sociedad y crimen organizado, algo así como un arbitro que tiene como objetivo garantizar la seguridad de la sociedad, y por lo mismo combatir a los grupos criminales. Esta imagen oculta el hecho real de que hoy por hoy el Estado es uno y lo mismo con el crimen organizado. Es decir, quienes tienen el poder de Estado son un grupo de mafiosos que han logrado penetrar todas las dimensiones del aparato de Estado. Sabemos que todo Estado es un Estado de clase, un aparato utilizado por una clase para defender sus intereses. Sin embargo, hoy, el Estado mexicano ha pasado de ser simplemente un Estado de clase a ser un Estado de clase controlado por una mafia, es decir un Estado mafioso, un Estado criminal, un aparato utilizado por la mafia para proteger sus intereses.
Evidentemente la mafia, así como el Estado, no está unificada, sino que permanece fragmentada. Existen diferentes grupos y cárteles que se disputan zonas de influencia, rutas y mercados para la producción de enervantes. Estos diferentes cárteles ya no sólo son protegidos y favorecidos por las diferentes estructuras de Estado, sino que ahora son parte de estas estructuras, lo que ha llevado a que el Estado mismo se convierta en objeto y lugar de la confrontación entre los diferentes cárteles. Las detenciones espectaculares de capos y sicarios del narcotráfico no son más que ajustes de cuentas entre estos diferentes intereses, los cuales han ventilado la colusión entre los más altos funcionarios (como el caso de Genaro García Luna, secretario de seguridad pública, Noe Ramírez Mandujano, extitular de la SIEDO, Fernando Rivera Hernández, director general adjunto de inteligencia de la SIEDO, entre muchos otros) y los cárteles de la droga.
Sin embargo, ya no es sólo el Estado el que está sirviendo al narcotráfico, pues esto supone una diferenciación entre ellos. Por el contrario, como se trata de un Estado mafioso, el funcionamiento es doble. El Estado funciona como mafia y la mafia funciona como Estado. Hoy, los grupos de sicarios del narco, bajo la protección del Ejército Mexicano, están cumpliendo funciones paramilitares contrainsurgentes. Son enviados por los grupos de poder a combatir a los sectores organizados del pueblo. La paramilitarización del narcotráfico es un fenómeno reciente que pone en evidencia la funcionalidad del narcotráfico para el Estado. Hoy es común también que las campañas electorales sean financiadas por el narcotráfico, y no sólo eso, sino que los candidatos mismos son puestos por los diferentes cárteles.
Es claro entonces que la famosa guerra contra el narcotráfico no tiene como objetivo el combatir al narco, sino recomponer las relaciones de fuerza entre los diferentes grupos de la mafia. Ahora bien, esta guerra ha traído como consecuencia la deshumanización de la sociedad, así como la normalización de la violencia. Hoy se pretende justificar y normalizar actos de barbarie como lo es la tortura, el asesinato político, la desaparición forzada, así como la detención ilegal (el arraigo) con el pretexto de la inseguridad, con el pretexto del combate al terrorismo. En realidad, lo que existe es un terrorismo que se ha apropiado de la legitimidad del Estado para asegurarse impunidad, llevar a cabo sus actividades criminales, y combatir a los sectores populares que se defienden. Como en los tiempos más obscuros de las dictaduras latinoamericanas, hoy el pueblo mexicano es víctima de un terrorismo de Estado.
No obstante, el carácter criminal del Estado no se deriva únicamente de su vinculación y colusión con el narcotráfico. La acumulación de capital y el despojo de los bienes y las riquezas del pueblo ha sido la función principal del Estado de clase en la sociedad capitalista. Hoy, estas funciones han adquirido un carácter netamente criminal que se escuda en una superestructura jurídico-política que pretende legitimar el despojo. En plena crisis económica, el Estado lejos de garantizar el bienestar de las clases subalternas, ha actuado como el más vulgar de los ladrones, robándole a los pobres para dárselo a los ricos, es decir, a la mafia que controla el Estado, a ellos mismos. El caso de las afores es muy ilustrativo, en el sentido de que sin dejar ninguna opción a los trabajadores, se les despojó de sus pensiones para beneficiar a los banqueros y a las compañías trasnacionales. Los rescates financieros multimillonarios, como en el caso de Comercial Mexicana, son tan sólo otro ejemplo de cómo el Estado decide regalar el dinero de las reservas (dinero de los trabajadores mexicanos) a los grandes empresarios, con el argumento de que hay que asegurar los activos de estas empresas para no afectar la economía. Más de 11 mil millones de dólares de las reservas mexicanas fueron subastados a compañías como Televisa, TV Azteca, Cemex y Vitro, entre otras, mientras que el salario cada vez vale menos. En otras palabras, en tiempos de crisis, se le quita el dinero a los pobres para dárselo a los ricos.
Vemos pues, que el carácter criminal del Estado es doble; por un lado lleva a cabo un cínico despojo al pueblo mexicano (Afore, PEMEX, ISSTE, ACE, etc.,) y por otro lado se fortalece, armándose hasta los dientes para combatir a quienes resultan despojados, a quienes se organizan para defenderse. Quienes tienen el poder en México no son más que un grupo de criminales que se amparan en la supuesta legitimidad del Estado y ponen a su servicio tanto el aparato represivo de Estado como los aparatos ideológicos de Estado. Sin embargo, esta realidad está ausente en la mayoría de los análisis de la situación actual y los debates en la izquierda. Es necesario entonces que se comience a incorporar esta realidad en la mira crítica del movimiento popular para poder organizarnos más eficazmente, no sólo en la lógica de la lucha en contra del Estado de clase, sino para resistir y hacer frente a los grupos mafiosos que hoy dominan ese Estado de clase, desenmascarando el doble discurso de la supuesta guerra contra la delincuencia organizada, que más bien debiera llamarse guerra de la delincuencia organizada contra el pueblo.
domingo, 16 de noviembre de 2008
miércoles, 12 de noviembre de 2008
Reflexiones a partir de otras reflexiones... (Parte 1)
Reflexiones a partir de otras reflexiones...
(Parte 1)
(En ocasión de un correo de Ricardo)
Cuántas veces he escuchado esta idea necia y recurrente de un supuesto fracaso del socialismo. Se presentan en todas las formas, tamaños y colores. Unas más necias que otras, a veces de forma velada, otras tantas cínicas y abiertas. No quiero decir que sea el caso que motiva esta reflexión. Sin embargo, creo que es pertinente decir algo al respecto, para no dejar pasar la oportunidad, y para aprovecharla también como un exhorto, no para buscar las respuestas –ya que hoy esto pareciera cada vez más insensato– sino para hacernos mejor las preguntas que hemos olvidado hacer.
Pues bien... Comienzo directamente, diciendo que a mi juicio, el Socialismo no sólo no ha fracasado sino que hoy es una de las pocas opciones que todavía alcanzan a ofrecer la idea de una esperanza. Como esto pudiera sonar muy aventurado –particularmente hoy, en el siglo XXI, en la sociedad de la desesperanza, de la indiferencia, de la enajenación, del fatalismo resignado, en un mundo donde hablar de izquierdas está prohibido, en donde un Barack Hussein Obama es acusado de radical por proponer la participación del Estado en el sistema de salud, en un momento en donde lo más cercano al socialismo son los rescates bancarios y las nacionalizaciones parciales en tiempos de crisis– creo necesario apelar a la historia moderna. Primero que nada, si tomamos como definición de socialismo a un sistema económico-social, cuyo objetivo es la desaparición de las clases sociales –y la eventual desaparición del Estado mismo– por medio de la colectivización de los medios de producción, la desaparición del trabajo enajenado, y la tesis de “a cada quien según sus necesidades y de cada quien según sus capacidades”, así como la equidad social, económica y política –tal y como lo propusieran Karl Marx y Frederic Engels– no tardaríamos mucho en darnos cuenta que hasta ahora, la humanidad no ha sido testigo de una sola experiencia consolidada de Socialismo. Tan sólo han habido (y siguen habiendo) procesos, a nivel nacional y supranacional –así como a nivel de masas, comunitario, regional, etc– que han buscado en mayor o menor medida por distintos y variados medios construir una idea de Socialismo. Nos encontramos aquí, con el primer problema... ¿cómo es que ha fracasado un proyecto que no ha podido siquiera comenzar a probarse a partir de sus propios cimientos –es decir, sin factores de presión externa que permitan evaluar un desarrollo verdaderamente endógeno? ¿En qué se pueden basar los supuestos argumentos del fracaso del Socialismo entonces? Pues bien, los ideólogos burgueses se han encargado de pregonar esta idea a partir del engañoso razonamiento que pretende equiparar a la Unión Soviética y al llamado “campo socialista” o “socialismo real” con el Socialismo como tal. Así, al desintegrarse la Unión Soviética, pretendieron de ello derivar la idea de que el Socialismo había fracasado, que había perdido la competencia, que había muerto. No perdieron tiempo en proclamar, como dijo Fukuyama (flamante expositor de la ideología burguesa) que la historia había llegado a su fin, que estábamos viviendo el fin de las ideologías, el fin de las utopías, y que finalmente, el Capitalismo había salido triunfador, que se había probado la superioridad de este modelo económico-social.
Ahora bien, aquí viene un segundo problema. Este razonamiento pudiera ser lógico –si estuviéramos dispuestos a conceder que en la desintegración de la Unión Soviética no influyeron factores externos, sino que fueron problemas de carácter estructural en el modelo soviético, lo cual es objeto de otra discusión– sin embargo, no es válido pues una premisa es engañosa. Veamos, el razonamiento sería el siguiente: Primera premisa --> La Unión Soviética es El Socialismo; segunda premisa --> La Unión Soviética fracasó por factores internos; conclusión lógica --> El Socialismo fracasó. Evidentemente, la primera premisa es falsa. Y aquí está el problema de fondo con este tipo de acusaciones. La Unión Soviética no sólo no es El Socialismo, sino que nunca representó siquiera un modelo de Socialismo. Bueno... quizá decir “nunca” estaría a debate. Lo que sí es cierto es que ya desde 1956, con la traición de Jruschov a los fundamentos Marxistas-Leninistas, la Unión Soviética se apartó por completo de su orientación socialista. Lejos de un modelo socialista, la URSS construyó un aparato político rígido, burocrático, centralizado que en lugar de empoderar políticamente al pueblo trabajador, creó una fuerte distancia entre la nomenklatura –una clase de burócratas con poder que se fue formando a razón del verticalismo y rigidez del sistema político– y el pueblo. En el terreno económico, la Unión Soviética no abolió la propiedad de los medios de producción, ni garantizó el acceso pleno de los trabajadores al producto de su trabajo, sino que construyó un “capitalismo de Estado” en el que el Estado se convirtió en el único capitalista. Este aparato burocrático ejerció un monopolio sobre los medios de producción, mientras que reprodujo la relación trabajo asalariado (enajenado) – capital, base fundamental del capitalismo. Así, en la Unión Soviética, los trabajadores siguieron siendo tan ajenos a su actividad productiva como en el capitalismo de mercado.
Este distanciamiento de la Unión Soviética y el socialismo se refleja también en la política exterior que caracterizó a la superpotencia. Ésta estuvo basada fundamentalmente en la exportación de capitales y la búsqueda de recursos naturales, mano de obra barata y mercados externos, lo cual no difiere en absoluto de la política neo-colonial de los países imperialistas occidentales. Así, los países pobres que se integraron al “campo socialista” adquirieron voluminosas deudas para impulsar la producción en áreas particulares y exclusivas, según su supuesta “ventaja comparativa” -dictada, por supuesto, por las potencias imperialistas y neo-imperialistas. La Unión Soviética no buscó impulsar un desarrollo verdaderamente autónomo y autosuficiente en estos países, sino que los hizo completamente dependientes del capital soviético, así como de su tecnología, y protección militar. A su vez, la URSS inundó a estos países de mercancías soviéticas que serían consumidas a precios impuestos por la superpotencia. El resultado fue que a la desintegración de la Unión Soviética, ninguno de estos países realmente había podido desarrollar una capacidad propia para mantenerse en pie, sino que se convirtieron en presa fácil del neocolonialismo occidental que no hizo más que continuar las políticas de dependencia, sólo que sin las instituciones de bienestar social que al menos la URSS sí había buscado implementar.
Es evidente entonces que, si nos basamos en la definición arriba mencionada, ni la Unión Soviética, ni los países del “campo socialista” representaron en absoluto un modelo de socialismo. La Unión Soviética compitió con el imperialismo norteamericano bajo los mismos parámetros del sistema capitalista. Es por esto que no se puede derivar, de la desintegración de la URSS, el fracaso del socialismo. Si acaso, lo que prueba el derrumbe de la URSS es que el Capitalismo de Estado no se pudo sostener ante las tendencias monopolistas del Capitalismo de Mercado. En su análisis sobre el imperialismo, Lenin explicaba cómo la competencia llevaba inevitablemente a la concentración de capitales, y por lo mismo a la primacía del capital financiero, cuyo poder económico iría comiéndose a los capitales mas débiles. Así pues, el social-imperialismo soviético no soportó la presión del imperialismo norteamericano. Como dirían algunos estudiosos, el fracaso de la Unión Soviética se debió a que quiso ganarle al capitalismo con el capitalismo.
Ahora bien, también es común que algunos sectores sociales (principalmente las clases medias) tengan una imagen caricaturizada del socialismo o comunismo, y con base en esta alberguen, ya no sólo la idea un fracaso, sino prácticamente una fobia hacia las luchas de clase y reivindicaciones marxistas. Esto se debe principalmente al origen de clase de estos sectores –cada vez mas pequeños por la creciente polarización de la riqueza, pero sectores al fin. Sin embargo, también se debe a una fuerte campaña mediática anti-comunista que impulsó el capitalismo occidental desde los años '50. Como ejemplo paradigmático está el macarthismo, nombre con el que se le conoce a la férrea campaña de persecución contra los comunistas norteamericanos que impulsó el senador republicano del estado de Wysconsin, Joseph Raymond McCarthy, de 1947 a 1957. Esta persecución no fue solamente de carácter represivo sino que desarrolló todo un discurso con el que se pretendía disuadir a las clases obreras de voltear hacia el socialismo, o al menos, hacia los países que en aquellos años todavía buscaban una ruta socialista –recordemos que todavía antes de Jruschov, la Unión Soviética pretendía construir un Estado con carácter social, basado en la idea de un modelo de socialismo. Los avances gigantescos en los primeros años de la Unión Soviética, que logró su industrialización en menos de treinta años, y se convirtió en una superpotencia, así como los avances culturales y las garantías sociales ofrecidas a los trabajadores soviéticos, provocó que el proletariado en el mundo occidental comenzara a ver al socialismo como una alternativa real y muy posible. Así pues, la campaña anticomunista necesitaba resignificar al socialismo en el imaginario social del proletariado, por lo que movilizó todo su aparato ideológico y hegemónico para dibujar una caricatura de socialismo (o comunismo) y hacer que fuera absorbida por las masas. Así, se creó la imagen del comunismo como una sociedad militarizada, en donde los dictadores y sus ejércitos tenían oprimido a su pueblo, y éstos vestían igual, y comían lo mismo... los famosos soviéticos “come bebes”. Aunque pudiera sonar lúdico, la histeria anticomunista propagada por los aparatos norteamericanos se extendió a todo el mundo occidental, incluyendo América Latina, dándole incluso una imagen diabólica a un sistema que finalmente ponía a debate la primacía de la especie humana, frente al egoísmo y la acumulación de capital.
Paradójicamente, esa sociedad “diabólica”, representada por la Unión Soviética en sus primeros años, fue el motivo principal de una serie de campañas filantrópicas llevadas a cabo por el imperialismo norteamericano, así como de la aparición del Estado benefactor. Para evitar que los obreros occidentales vieran al socialismo o al modelo soviético como alternativas a su realidad de explotación y opresión, así como de miseria –el mundo occidental acababa de salir de una gran depresión económica y dos guerras mundiales, producto directo de las contradicciones capitalistas– no bastaba con la represión y las campañas mediáticas que demonizaban al comunismo, sino que era necesario crear un sustrato material de bienestar social que pudiera convencer a las masas de que el capitalismo, después de todo, sí se preocupaba por la gente. Entonces surgió la llamada Alianza para el Progreso (Alliance for Progress), un programa estadounidense de ayuda económica y social para América Latina, impulsado por John F. Kennedy, en 1961. Este programa buscaba evitar que se reprodujera la experiencia cubana en América Latina, a través de paliativos y reformas que disminuyeran los impactos negativos del capitalismo, conteniendo así el creciente descontento social. Los gobiernos capitalistas comenzaron a crear programas sociales y a destinar parte de su presupuesto a satisfacer estas necesidades. Se crearon sistemas de salud y educativos universales o accesibles, sistemas de escuelas normales rurales, apoyos para el campo, sistemas de pensiones, vivienda, derechos sindicales, etc., y todo con el único objetivo de convencer a la gente de que, después de todo, el capitalismo sí funcionaba. En materia económica, se pusieron en práctica las propuestas del economista inglés John Maynard Keynes, que propugnaba una mayor intervención del Estado en la economía, a través de medidas fiscales y monetarias que pudieran mitigar los periodos de recesión propios de las crisis cíclicas del capitalismo. Este fue el periodo del Estado Benefactor, de la “social democracia”, del llamado “capitalismo con cara humana”, la “época dorada” del capitalismo.
Sin embargo, este periodo, que comprendió de 1945 a 1975, sólo fue posible gracias a la inmensa destrucción heredada por la Segunda Guerra Mundial, así como a la subsecuente “descolonización” del mundo –la inmensa mayoría de las colonias europeas obtuvieron su independencia durante este periodo (no sin antes haber librado importantes luchas de liberación). Con toda Europa destrozada y desgastada económicamente, el imperialismo norteamericano comenzó a inyectar dólares para la reconstrucción, lo que amplió inmensamente las posibilidades de valorización del capital norteamericano. Recordemos que para que el capital pueda ser valorizado –es decir, para que pueda multiplicarse– éste necesita de la explotación de recursos naturales y del trabajo humano para producir mercancías, que a su vez, requerirán de mercados que puedan reconvertirlas en valor aumentado. Pues bien, está valorización del capital puede lograrse de dos formas, 1) consiguiendo más territorios que explotar, de donde sacar recursos, expandiendo los mercados, etc., y 2) intensificando la explotación y la mercantilización en los territorios ya explotados. En otras palabras, el capital puede penetrar territorios externos, o intensificar su explotación internamente. Pues bien, después de la segunda guerra mundial, el capital se encontró con ambas posibilidades. Las ex-colonias, que acababan de obtener su independencia, ofrecían un vasto mercado para el capital, así como inmensos territorios que podían ser explotados. Y al interior de Europa, las posibilidades eran igual de prometedoras. Había que reconstruir la infraestructura y la economía. El capital tenía posibilidades ilimitadas de valorización. Podía crecer y crecer sin obstáculos. Había capital suficiente para sostener al Estado Benefactor y para darse el lujo de ofrecer unas migajas a las masas explotadas para evitar que se alzasen.
jueves, 6 de noviembre de 2008
lunes, 3 de noviembre de 2008
Tanka
La belleza es
Quizá después de todo
Sueño de verdad...
Una promesa de amor,
Sin tiempo definido...
Quizá después de todo
Sueño de verdad...
Una promesa de amor,
Sin tiempo definido...
domingo, 2 de noviembre de 2008
Si la muerte llegara
(escuchar el audio)
Si la muerte llegara hoy serena hasta mi recamara,
o en las calles me encontrara
y vengativa borrara mis mañanas
o tal vez entre cerros y montañas,
en sempiterna rebeldía el fusil me arrebatara,
si la muerte así, hoy me encontrara...
¿Acaso correría en búsqueda de fantasías tranquilizantes,
o buscaría refugio en injurias desahogantes?
¿Acaso entre delirios y miedos terribles
abrazaría dogmas y ortodoxias inamovibles?
¿O enterraría en pozas penetrantes
las dicotomías de una filosofía totalizante?
Si la muerte me hablara de dobles corazones,
de amores extintos por decepcionantes pasiones,
de chantajes inconscientes y engaños vitalicios...
¿Será entonces que renegaría de haber enterrado mis vicios?
¿O lamentaría haber sentido la revolución en mis canciones?
¿Quizá abandonaría desesperado aquellas tantas razones?
Aunque entonces la vida me parezca tan distante
y logre enflaquecer mi convicción en un instante,
si la muerte me encontrara, quisiera fuera diferente,
cuando mi último aliento escape de repente,
quisiera entonces convertirme en un amante,
y acariciar la muerte con pasión recalcitrante.
Quisiera en ese momento cualquier temor desechar
y poder así mi suerte disfrutar,
ahogar el grito amargo del dolor
para llenar los rostros olvidados de color,
una vez más el sueño del abuelo recordar,
Y las historias de la abuela escuchar.
Quisiera entonces la memoria despertar,
para poder a mis compañeros caídos abrazar
-a tantos hombres y mujeres que nunca conocí,
pero hermanos que se pierden, siempre los sentí-
hablar con los corazones abatidos al luchar,
y en ese instante a los pueblos masacrados desenterrar.
Quisiera... cuando finalmente llegue el momento de dejar de respirar
junto a los camaradas derrotados caminar,
renovar el coraje sentido por las masas calcinadas,
por las mujeres brutalmente asesinadas,
por los heroes que se ahogaron al llorar,
y entonces, sólo entonces, sentir la luz alejar.
Si la muerte llegara con su tan terrible ausencia,
quisiera no dudar ni un instante de su esencia,
si la muerte hoy me llamara por mi nombre,
quisiera quitarme mi traje de hombre,
y en el más valiente acto de consecuencia
aceptar que el alma no es más que un deseo de trascendencia.
Si la muerte llegara...
Y mi rostro tu mano acariciara,
Estaría a tu lado, sintiendo tu calor...
¡Oh! si la muerte llegara...
quizá por fin conocería el amor.
Si la muerte llegara hoy serena hasta mi recamara,
o en las calles me encontrara
y vengativa borrara mis mañanas
o tal vez entre cerros y montañas,
en sempiterna rebeldía el fusil me arrebatara,
si la muerte así, hoy me encontrara...
¿Acaso correría en búsqueda de fantasías tranquilizantes,
o buscaría refugio en injurias desahogantes?
¿Acaso entre delirios y miedos terribles
abrazaría dogmas y ortodoxias inamovibles?
¿O enterraría en pozas penetrantes
las dicotomías de una filosofía totalizante?
Si la muerte me hablara de dobles corazones,
de amores extintos por decepcionantes pasiones,
de chantajes inconscientes y engaños vitalicios...
¿Será entonces que renegaría de haber enterrado mis vicios?
¿O lamentaría haber sentido la revolución en mis canciones?
¿Quizá abandonaría desesperado aquellas tantas razones?
Aunque entonces la vida me parezca tan distante
y logre enflaquecer mi convicción en un instante,
si la muerte me encontrara, quisiera fuera diferente,
cuando mi último aliento escape de repente,
quisiera entonces convertirme en un amante,
y acariciar la muerte con pasión recalcitrante.
Quisiera en ese momento cualquier temor desechar
y poder así mi suerte disfrutar,
ahogar el grito amargo del dolor
para llenar los rostros olvidados de color,
una vez más el sueño del abuelo recordar,
Y las historias de la abuela escuchar.
Quisiera entonces la memoria despertar,
para poder a mis compañeros caídos abrazar
-a tantos hombres y mujeres que nunca conocí,
pero hermanos que se pierden, siempre los sentí-
hablar con los corazones abatidos al luchar,
y en ese instante a los pueblos masacrados desenterrar.
Quisiera... cuando finalmente llegue el momento de dejar de respirar
junto a los camaradas derrotados caminar,
renovar el coraje sentido por las masas calcinadas,
por las mujeres brutalmente asesinadas,
por los heroes que se ahogaron al llorar,
y entonces, sólo entonces, sentir la luz alejar.
Si la muerte llegara con su tan terrible ausencia,
quisiera no dudar ni un instante de su esencia,
si la muerte hoy me llamara por mi nombre,
quisiera quitarme mi traje de hombre,
y en el más valiente acto de consecuencia
aceptar que el alma no es más que un deseo de trascendencia.
Si la muerte llegara...
Y mi rostro tu mano acariciara,
Estaría a tu lado, sintiendo tu calor...
¡Oh! si la muerte llegara...
quizá por fin conocería el amor.
sábado, 1 de noviembre de 2008
Desengaño progresivo
...entre más cerca veo a la flor, más lejos estoy de ella.
Se mancha lo bello que había creído...
¿Será que la imperfección en sí es criterio de belleza?
¿O será que una vez más estoy parado al pie del camino equivocado...?
Se mancha lo bello que había creído...
¿Será que la imperfección en sí es criterio de belleza?
¿O será que una vez más estoy parado al pie del camino equivocado...?
Nuevos triunfos en la lucha por la libertad de los presos políticos
Después de casi tres años de haber sido privados de su libertad injustamente, el pasado jueves 16 de octubre, fueron liberados los hermanos Jorge Marcial y Gerardo Tzompaxtle Tecpile, así como Gustavo Robles, quienes estaban recluidos en el penal de Amatlán de los Reyes, en Veracruz. Después de haberse interpuesto el recurso de apelación en segunda instancia, el Magistrado Rafael Remes Ojeda del Segundo Tribunal Unitario en Materia Penal del Séptimo Circuito, en Boca del Río, Veracruz, no encontró elementos para sostener la acusación de Delincuencia Organizada en su contra, por lo que fueron puestos en libertad inmediatamente.
Los hermanos Tzompaxtle Tecpile, indígenas nahuas de la zona centro de Veracruz, fueron detenidos el 12 de enero del 2006 por elementos de la Policía Federal Preventiva, quienes pretendían vincularlos con las organizaciones político militares del país. Su caso se ha caracterizado por las numerosas injusticias e ilegalidades cometidas por el Estado mexicano, que han puesto en evidencia la verdadera cara del supuesto “estado de derecho” que existe en el país. Desde su detención, se les violaron sus derechos pues no había elementos para justificar ese acto. Estuvieron incomunicados por dos días, para ser después trasladados por agentes de la Agencia Federal de Investigaciones a la Ciudad de México, a las instalaciones de la SIEDO, en donde estuvieron arraigados por tres meses, tiempo en el que se les pretendía acusar de secuestro, terrorismo, delincuencia organizada, y acopio de armas, entre otros delitos. Contrariamente al principio de presunción de inocencia, en este caso, se les retuvo sin ningún elemento que fundamentara estas acusaciones, y se les comenzó a investigar para ver qué delito podrían imputarles. Sin embargo, al no haber elementos para sostener la mayoría de las acusaciones, se les remitió al Reclusorio Norte, y se les siguió un proceso penal por el delito de cohecho, así como de delincuencia organizada, del cual fueron absueltos dos años y nueve meses después.
Desde el momento de su detención, diversas organizaciones sociales y de derechos humanos, nacionales e internacionales se movilizaron para luchar y exigir su libertad, lo que fue decisivo en su liberación, pues el Estado mexicano no tenía la menor intención de liberarlos. La Red Solidaria Década Contra la Impunidad, junto con personalidades como el Obispo Raúl Vera López y el Obispo Samuel Ruiz, así como las organizaciones de la Otra Campaña, manifestaron en diversos momentos su solidaridad con los compañeros. Fue la lucha del pueblo la que finalmente logró la libertad de los compañeros.
Esta liberación se enmarca también en una serie de victorias jurídicas obtenidas por el movimiento social, como es el caso de cuatro de los cinco indígenas me'phaa detenidos el pasado 17 de abril de este año, quienes fueron acusados injustificadamente del homicidio de un informante del Ejército Mexicano, pero cuya detención se debió principalmente a su participación en la Organización del Pueblo Indígena Me'phaa (OPIM). Los compañeros, originarios de la comunidad de El Camalote podrían salir libres en este mes, pues después de seis meses de injusta prisión, y ante el creciente reclamo de las organizaciones sociales y populares, así como de organizaciones de derechos humanos, como el Centro de Derechos Humanos de la Montaña Tlachinollan, la Jueza Octava de Distrito con sede en Acapulco concedió un amparo que ordena su libertad. Aunque al momento de la redacción, los compañeros todavía no han sido puestos en libertad, se espera sean liberados en los primeros días de noviembre.
Otro caso reciente es el de la liberación de Marcelino Díaz González, ahora ex-preso político, integrante de “La Voz del Amate”, organización de presos adherentes a la Otra Campaña, en el penal No. 14 de Cintalapa en Chiapas. Marcelino Díaz, originario de San Pedro Nixtal Uk'Um, municipio de El Bosque, detenido el 3 de octubre de 2001 por la Policía Judicial del Estado y sin orden de aprehensión, fue liberado el pasado 15 de octubre, después de haber permanecido más de siete años en prisión.
Como movimiento popular, nos congratulamos por estas victorias en la lucha por la liberación de los presos políticos, y reconocemos que no han sido actos de “buena fé” del Estado, sino que han sido arrancadas por la lucha popular, por las movilizaciones sociales, por las organizaciones de derechos humanos y también por los esfuerzos jurídicos de los compañeros que llevan a cabo esta lucha. Sin embargo, también es necesario reafirmar nuestro compromiso con la lucha por la libertad de todos los presos y presas políticas que hoy siguen injustamente detenidos. De acuerdo a los datos recopilados por Gloria Arenas y Eugenia Gutiérrez, hubo 3507 casos de detenciones por motivos políticos en el periodo de 1990 a 2008, y al 2 de octubre todavía seguían presos 145 compañeros y compañeras. Es por esto que tenemos que seguir fortaleciendo esta lucha y no descansar hasta que sean liberados Jacobo Silva Nogales y Gloria Arenas Agis, hasta que sea liberado Nacho del Valle, así como los otros compañeros detenidos el 3 y 4 de mayo del 2001, hasta que sean liberados todos y todas las presas políticas del país y no se siga criminalizando a los compañeros que luchan por la transformación de nuestro país.
Los hermanos Tzompaxtle Tecpile, indígenas nahuas de la zona centro de Veracruz, fueron detenidos el 12 de enero del 2006 por elementos de la Policía Federal Preventiva, quienes pretendían vincularlos con las organizaciones político militares del país. Su caso se ha caracterizado por las numerosas injusticias e ilegalidades cometidas por el Estado mexicano, que han puesto en evidencia la verdadera cara del supuesto “estado de derecho” que existe en el país. Desde su detención, se les violaron sus derechos pues no había elementos para justificar ese acto. Estuvieron incomunicados por dos días, para ser después trasladados por agentes de la Agencia Federal de Investigaciones a la Ciudad de México, a las instalaciones de la SIEDO, en donde estuvieron arraigados por tres meses, tiempo en el que se les pretendía acusar de secuestro, terrorismo, delincuencia organizada, y acopio de armas, entre otros delitos. Contrariamente al principio de presunción de inocencia, en este caso, se les retuvo sin ningún elemento que fundamentara estas acusaciones, y se les comenzó a investigar para ver qué delito podrían imputarles. Sin embargo, al no haber elementos para sostener la mayoría de las acusaciones, se les remitió al Reclusorio Norte, y se les siguió un proceso penal por el delito de cohecho, así como de delincuencia organizada, del cual fueron absueltos dos años y nueve meses después.
Desde el momento de su detención, diversas organizaciones sociales y de derechos humanos, nacionales e internacionales se movilizaron para luchar y exigir su libertad, lo que fue decisivo en su liberación, pues el Estado mexicano no tenía la menor intención de liberarlos. La Red Solidaria Década Contra la Impunidad, junto con personalidades como el Obispo Raúl Vera López y el Obispo Samuel Ruiz, así como las organizaciones de la Otra Campaña, manifestaron en diversos momentos su solidaridad con los compañeros. Fue la lucha del pueblo la que finalmente logró la libertad de los compañeros.
Esta liberación se enmarca también en una serie de victorias jurídicas obtenidas por el movimiento social, como es el caso de cuatro de los cinco indígenas me'phaa detenidos el pasado 17 de abril de este año, quienes fueron acusados injustificadamente del homicidio de un informante del Ejército Mexicano, pero cuya detención se debió principalmente a su participación en la Organización del Pueblo Indígena Me'phaa (OPIM). Los compañeros, originarios de la comunidad de El Camalote podrían salir libres en este mes, pues después de seis meses de injusta prisión, y ante el creciente reclamo de las organizaciones sociales y populares, así como de organizaciones de derechos humanos, como el Centro de Derechos Humanos de la Montaña Tlachinollan, la Jueza Octava de Distrito con sede en Acapulco concedió un amparo que ordena su libertad. Aunque al momento de la redacción, los compañeros todavía no han sido puestos en libertad, se espera sean liberados en los primeros días de noviembre.
Otro caso reciente es el de la liberación de Marcelino Díaz González, ahora ex-preso político, integrante de “La Voz del Amate”, organización de presos adherentes a la Otra Campaña, en el penal No. 14 de Cintalapa en Chiapas. Marcelino Díaz, originario de San Pedro Nixtal Uk'Um, municipio de El Bosque, detenido el 3 de octubre de 2001 por la Policía Judicial del Estado y sin orden de aprehensión, fue liberado el pasado 15 de octubre, después de haber permanecido más de siete años en prisión.
Como movimiento popular, nos congratulamos por estas victorias en la lucha por la liberación de los presos políticos, y reconocemos que no han sido actos de “buena fé” del Estado, sino que han sido arrancadas por la lucha popular, por las movilizaciones sociales, por las organizaciones de derechos humanos y también por los esfuerzos jurídicos de los compañeros que llevan a cabo esta lucha. Sin embargo, también es necesario reafirmar nuestro compromiso con la lucha por la libertad de todos los presos y presas políticas que hoy siguen injustamente detenidos. De acuerdo a los datos recopilados por Gloria Arenas y Eugenia Gutiérrez, hubo 3507 casos de detenciones por motivos políticos en el periodo de 1990 a 2008, y al 2 de octubre todavía seguían presos 145 compañeros y compañeras. Es por esto que tenemos que seguir fortaleciendo esta lucha y no descansar hasta que sean liberados Jacobo Silva Nogales y Gloria Arenas Agis, hasta que sea liberado Nacho del Valle, así como los otros compañeros detenidos el 3 y 4 de mayo del 2001, hasta que sean liberados todos y todas las presas políticas del país y no se siga criminalizando a los compañeros que luchan por la transformación de nuestro país.
jueves, 30 de octubre de 2008
Colombia: del crimen de estado al levantamiento popular
A tan sólo unos meses del cobarde asesinato de Raul Reyes en territorio ecuatoriano, el pueblo colombiano sigue siendo testigo de las agresivas y criminales campañas militaristas del gobierno uribista que han convertido a todo el pueblo en un objetivo militar, y cuyo propósito es perpetuar el dominio del capital latifundista y transnacional que ha mantenido a los colombianos en la miseria, además de convertir a Colombia en la cabeza de playa del imperialismo en la zona andina. El narcogobierno de Álvaro Uribe –postulado para premio Nobel de la paz en un gran acto de cinismo– ha movilizado todo el aparato gubernamental para la guerra. Basta notar que del total de los cargos del Estado colombiano, el 81.2% están ocupados por servidores públicos asignados a labores de defensa, seguridad y policía.
Recientemente 400 organizaciones no gubernamentales de Derechos Humanos informaron que en los últimos 6 años, el 76% de los homicidios por causas políticas fueron responsabilidad directa del Estado. Estamos hablando de 10,200 personas, hombres, mujeres, jóvenes, indígenas, en su mayoría vinculados a organizaciones civiles y sociales, aunque también en muchos casos han sido tan sólo jóvenes del pueblo, sin ningún tipo de vínculo a organizaciones políticas. Recientemente se escuchó en todos los medios el caso de la desaparición de 11 jóvenes, que después serían acusados de guerrilleros en un intento de justificar su desaparición. Hasta ahora no se ha esclarecido este caso, sin embargo, este hecho se enmarca en una creciente presión de los Estados Unidos hacia el gobierno colombiano, a quien le exige presente resultados visibles del apoyo militar. El Ejército colombiano ha adoptado una modalidad de desapariciones o asesinatos a civiles, jóvenes, sindicalistas y campesinos, a quienes después presenta como rebeldes abatidos, para así poder reforzar el tono triunfalista que ha caracterizado las campañas militaristas de Álvaro Uribe, y poder rendir cuentas favorables a sus patrones en Estados Unidos. Según el Washinton Post, “bajo la presión de los comandantes militares para registrar muertes en combate, en los últimos años, el Ejército ha asesinado cada vez más a campesinos inocentes haciéndolos pasar por guerrilleros.” “Hay diferentes registros sobre el número de ejecuciones extrajudiciales como son llamadas las muertes de civiles. Pero un informe de una coalición de 187 grupos de Derechos humanos dijo que 955 murieron entre 2002 y 2007 y fueron clasificados como guerrilleros caídos en combate.”
El pasado 15 de octubre, en un episodio más de esta guerra, el ejército, bajo las órdenes del general Páez Varón reprimió con tropas, tanques y helicópteros, a los indígenas del Valle de Cauca –un pueblo que ha sufrido años de guerra sucia, represión, asesinatos y desapariciones– dejando un saldo de 2 muertos y más de 35 heridos. En este caso se trataba de civiles que protestaban pacíficamente contra el Estatuto Rural (Ley 1153), el Código Minero y el Plan de Aguas –leyes creadas para despojar a los indígenas de sus recursos naturales– así como el alto a la guerra del Plan Colombia II y el proyecto de Seguridad Democrática. Sin embargo, este hecho ha proyectado toda una oleada de resistencias que venían gestándose desde hace unos meses en el pueblo colombiano, que se rehúsa a ser simple víctima y ver cómo le arrebatan su soberanía. Desde el pasado 15 de septiembre, en esta región, se inició una huelga de 10 mil cortadores de caña de azúcar que ocupan ocho ingenios del Cauca, en su gran mayoría afrocolombianos, que protestan por las condiciones precarias en que laboran, teniendo que inhalar continuamente el humo de la quema de caña y el glifosato usado en las plantaciones, así como por los bajos salarios con que son remunerados, y de donde tenían incluso que pagar sus propias herramientas, ropa de trabajo y transporte. Esta huelga paralizó la producción de etanol y elevó el precio de la gasolina, lo que causó revuelo en los grupos de poder.
De ello, se siguieron una serie de huelgas y paros que fueron agregando al clima de movilizaciones populares, entre los que destacaron los del sector público, como los judiciales, los funcionarios del sistema electoral, los maestros, y los camioneros, entre otros, quienes exigían mejoras salariales ante el alarmante aumento de precios. Estas movilizaciones, que han literalmente conmocionado al Estado colombiano –que se vio obligado a decretar el estado de “conmoción interior” para reprimir a las fuerzas populares– han destacado por su extensión y profundidad, logrando hacer confluir a diferentes actores sociales y políticos en torno al objetivo común de parar al gobierno de Álvaro Uribe y defender su soberanía ante el intervencionismo y despojo imperialistas.
El pasado 12 de octubre comenzó también la “Minga de los Pueblos” cuyas principales demandas son el rechazo al TLC “un tratado 'entre patrones y contra los pueblos'; derogación de las reformas constitucionales que someten a los pueblos a la exclusión y la muerte; 'no más terror del Plan Colombia...' que infesta nuestros territorios y los siembra de muerte y desplazamiento'; cumplimiento del Estado a los acuerdos a raíz de la masacre del Nilo en 1991, donde fueron asesinados 20 nasas; y construir la Agenda de los Pueblos, que surja de 'compartir y sentir el dolor de otros pueblos y procesos'. 12 mil indígenas se pusieron en marcha hacia Cali, junto con los cortadores de azúcar y otros obreros agrupados en la CUT, demostrando así que el pueblo trabajador ya no está dispuesto a seguir siendo víctima de las políticas criminales del gobierno servilista de Uribe.
En la reanimación de las movilizaciones, las FARC han renovado su disposición al diálogo en aras del tan buscado canje humanitario, evidenciando una vez más la intransigencia del Estado que le ha apostado todo al negocio de la guerra, y al exterminio de los sectores organizados. Sin embargo, hoy particularmente, el pueblo no está dispuesto a agachar la cabeza. Como diría un indígena del Cauca: “¿Qué quiere el Gobernador, el Gobierno? ¿Que volvamos silenciosamente a ser víctimas de la guerra sucia, a dejarnos despojar y asesinar sin protestar, a dejarnos meter en una guerra que es contra nosotros?” Visiblemente, esto ya no es así. Ante la represión y el militarismo, el pueblo colombiano ha decidido levantarse en pie de lucha.
Recientemente 400 organizaciones no gubernamentales de Derechos Humanos informaron que en los últimos 6 años, el 76% de los homicidios por causas políticas fueron responsabilidad directa del Estado. Estamos hablando de 10,200 personas, hombres, mujeres, jóvenes, indígenas, en su mayoría vinculados a organizaciones civiles y sociales, aunque también en muchos casos han sido tan sólo jóvenes del pueblo, sin ningún tipo de vínculo a organizaciones políticas. Recientemente se escuchó en todos los medios el caso de la desaparición de 11 jóvenes, que después serían acusados de guerrilleros en un intento de justificar su desaparición. Hasta ahora no se ha esclarecido este caso, sin embargo, este hecho se enmarca en una creciente presión de los Estados Unidos hacia el gobierno colombiano, a quien le exige presente resultados visibles del apoyo militar. El Ejército colombiano ha adoptado una modalidad de desapariciones o asesinatos a civiles, jóvenes, sindicalistas y campesinos, a quienes después presenta como rebeldes abatidos, para así poder reforzar el tono triunfalista que ha caracterizado las campañas militaristas de Álvaro Uribe, y poder rendir cuentas favorables a sus patrones en Estados Unidos. Según el Washinton Post, “bajo la presión de los comandantes militares para registrar muertes en combate, en los últimos años, el Ejército ha asesinado cada vez más a campesinos inocentes haciéndolos pasar por guerrilleros.” “Hay diferentes registros sobre el número de ejecuciones extrajudiciales como son llamadas las muertes de civiles. Pero un informe de una coalición de 187 grupos de Derechos humanos dijo que 955 murieron entre 2002 y 2007 y fueron clasificados como guerrilleros caídos en combate.”
El pasado 15 de octubre, en un episodio más de esta guerra, el ejército, bajo las órdenes del general Páez Varón reprimió con tropas, tanques y helicópteros, a los indígenas del Valle de Cauca –un pueblo que ha sufrido años de guerra sucia, represión, asesinatos y desapariciones– dejando un saldo de 2 muertos y más de 35 heridos. En este caso se trataba de civiles que protestaban pacíficamente contra el Estatuto Rural (Ley 1153), el Código Minero y el Plan de Aguas –leyes creadas para despojar a los indígenas de sus recursos naturales– así como el alto a la guerra del Plan Colombia II y el proyecto de Seguridad Democrática. Sin embargo, este hecho ha proyectado toda una oleada de resistencias que venían gestándose desde hace unos meses en el pueblo colombiano, que se rehúsa a ser simple víctima y ver cómo le arrebatan su soberanía. Desde el pasado 15 de septiembre, en esta región, se inició una huelga de 10 mil cortadores de caña de azúcar que ocupan ocho ingenios del Cauca, en su gran mayoría afrocolombianos, que protestan por las condiciones precarias en que laboran, teniendo que inhalar continuamente el humo de la quema de caña y el glifosato usado en las plantaciones, así como por los bajos salarios con que son remunerados, y de donde tenían incluso que pagar sus propias herramientas, ropa de trabajo y transporte. Esta huelga paralizó la producción de etanol y elevó el precio de la gasolina, lo que causó revuelo en los grupos de poder.
De ello, se siguieron una serie de huelgas y paros que fueron agregando al clima de movilizaciones populares, entre los que destacaron los del sector público, como los judiciales, los funcionarios del sistema electoral, los maestros, y los camioneros, entre otros, quienes exigían mejoras salariales ante el alarmante aumento de precios. Estas movilizaciones, que han literalmente conmocionado al Estado colombiano –que se vio obligado a decretar el estado de “conmoción interior” para reprimir a las fuerzas populares– han destacado por su extensión y profundidad, logrando hacer confluir a diferentes actores sociales y políticos en torno al objetivo común de parar al gobierno de Álvaro Uribe y defender su soberanía ante el intervencionismo y despojo imperialistas.
El pasado 12 de octubre comenzó también la “Minga de los Pueblos” cuyas principales demandas son el rechazo al TLC “un tratado 'entre patrones y contra los pueblos'; derogación de las reformas constitucionales que someten a los pueblos a la exclusión y la muerte; 'no más terror del Plan Colombia...' que infesta nuestros territorios y los siembra de muerte y desplazamiento'; cumplimiento del Estado a los acuerdos a raíz de la masacre del Nilo en 1991, donde fueron asesinados 20 nasas; y construir la Agenda de los Pueblos, que surja de 'compartir y sentir el dolor de otros pueblos y procesos'. 12 mil indígenas se pusieron en marcha hacia Cali, junto con los cortadores de azúcar y otros obreros agrupados en la CUT, demostrando así que el pueblo trabajador ya no está dispuesto a seguir siendo víctima de las políticas criminales del gobierno servilista de Uribe.
En la reanimación de las movilizaciones, las FARC han renovado su disposición al diálogo en aras del tan buscado canje humanitario, evidenciando una vez más la intransigencia del Estado que le ha apostado todo al negocio de la guerra, y al exterminio de los sectores organizados. Sin embargo, hoy particularmente, el pueblo no está dispuesto a agachar la cabeza. Como diría un indígena del Cauca: “¿Qué quiere el Gobernador, el Gobierno? ¿Que volvamos silenciosamente a ser víctimas de la guerra sucia, a dejarnos despojar y asesinar sin protestar, a dejarnos meter en una guerra que es contra nosotros?” Visiblemente, esto ya no es así. Ante la represión y el militarismo, el pueblo colombiano ha decidido levantarse en pie de lucha.
lunes, 20 de octubre de 2008
Solipsismo... irónica cura para mi nihilismo
(escuchar el audio)
A veces me detengo donde se interceptan los caminos de la revolución,
donde estos pasan entre otros llenos de colores más ligeros,
quizá más diversos, con formas y texturas más complicadas,
casi me atrevería a decir que aquellos parecieran escondidos, olvidados,
en comparación con los últimos, más concurridos y cuidados,
los primeros llenos de verdades que azotan y golpean embusteras,
mientras los otros se extienden entre luces de neón.
Hoy por fin descubrí el blanco y el negro
y con ellos llegó también el gris que iluminó mis colores,
Entonces pude comprender el mundo.
Como un enjambre de luciérnagas rojas,
me asaltó un ejército de verdades.
Me rodearon batallones enteros,
que vociferaban e insultaban temerarios:
“¡Eres ser humano!” “Tienes corazón”
Esas tan tremendas injurias penetraron mi cuerpo.
Se escondieron ahí donde no podía alcanzarlas.
Estiré mis brazos, mis piernas, mi cuello,
doblé mi torso y mi cadera...
...pero no pude encontrarlas.
Entonces comenzó mi enfermedad...
Empecé a escuchar voces,
no sé si eran verdades o injurias,
me hablaban de teorías exploradas
de contradicciones y teleologías motivantes,
de primeros motores y modelos ideales,
de ontologías fantásticas y depresiones cíclicas...
Una de las voces me dijo que el mundo no estaba hecho más de necesidades,
que éstas ya no importaban,
que hace muchos años los egos se llenaron de realidades objetivas,
y crearon sujetos mercenarios,
que los bebés se transformaron en soldados,
y cambiaron a sus hermanos por monedas de aire,
y que las monedas se transformaron en actos sexuales ciegos y vacíos,
de los cuales nació la desesperanza.
Fue entonces cuando vi a mi gente...
los vi a todos,
uno por uno pasó frente a mí,
pero no reconocí a nadie.
Seis mil millones de rostros ocultos,
siluetas mecánicas caminaban en muchas direcciones,
pero ninguna iba hacia adelante.
Entonces quise gritar el camino,
pero ya no pude distinguir entre necesidad y libertad.
Y si la primera había desaparecido, la segunda nunca pudo existir...
Entonces una madre le gritó “estúpido” a su hijo.
El niño creció... y mató a su hermano.
Más adelante, una televisión se comió a dos niños.
Los niños crecieron, y fueron sólo mentiras sin rostro.
Y una heroína habló...
y luchó...
Entonces pensé que recuperaba esperanzas,
pero ella fue la única que no había sufrido,
y por eso (me dijeron) nunca se había conocido.
Me derrumbó la tristeza.
Sentí intensamente el dolor por la existencia.
Una voz más amarga me gritó que yo era malo,
que era mi naturaleza,
que era la humanidad,
como si el dilema entre naturaleza y ambiente fuera a ser resuelto.
Pero cuando estaba a punto de asentir,
otra voz me recordó a los niños azotados,
aterrorizados, reprimidos, controlados... disciplinados,
a las conciencias de una sociedad atomizada,
a las mentes embaucadas con cuentos de hadas,
a las escuelas llenas de maestros mudos,
a los libros de lujurias en oferta,
industrias manufactureras de pensamientos y sentimientos,
al placer de ahogar cerebros en humos y sustancias que apagan inteligencias.
Entonces entendí que no había esencias,
que la única esencia es la interdependencia,
que la vida había sido transformada por la ambición
y que la ambición nació en los corazones
desde el momento en que alguien pronunció la palabra “mío”,
que la ciencia había sido cooptada por la empresa,
que la competencia era el color de la filantropía.
Una vez más estuve dispuesto a gritar,
a correr, a comunicar... a luchar,
a golpear todos esos corazones que habían perdido sus rostros.
Descubrí otros caminos y otras revoluciones,
Y con ellos fueron apareciendo algunos rostros...
Y aunque tampoco los reconocí,
parecía que pensaban.
Con ellos recorrí un kilómetro.
Pero cuando la vereda se cerró y las arañas se sintieron en la piel,
Aquellos con quienes caminaba empezaron a desplomarse.
Como trapos que caen, quedaron en el suelo inermes.
Inofensivos cuerpos que ahora escurrían contradicciones.
Otra vez me derrumbó la tristeza.
Seguí el camino solo y sin voltear la mirada...
Pero ya no supe si caminaba hacia adelante o hacia atrás.
El aire era cada vez más denso,
la humedad llegó hasta mis ojos...
y llegué a perder el horizonte.
De pronto vi una flor en mi camino.
Me era muy familiar.
Ya la había visto antes.
Le había hablado y ella a mí.
Pero nunca la había visto tan cerca.
Mis ojos no soportaron sus colores.
Me detuve a admirar su tan inmensa belleza.
Y así pasaron días... un mes.
Y yo no podía más que contemplar su belleza.
Entonces sentí el amor...
El amor había sido mi razón de ser,
pero hace muchos años me había dejado,
y se había ido por otro camino.
El amor había perdido su sentido en mí.
Esa contradicción borraba poco a poco mi rostro.
Y mi corazón vacío había estado...
Pero en ese momento, todo cambiaba,
El amor tomaba mi mano.
Pude moverme y dar unos pasos.
La belleza me reconoció y yo a ella.
Y por un instante descubrí mis horizontes.
Comenzaron a llover prácticas nuevas,
ideologías y acciones emancipadoras.
Conceptos para mí encontrados e irreconciliables se dieron la mano.
Sublimes momentos de rebeldía...
Pero el instante pasó muy rápido.
Cuando intenté abrazarla, cerró sus brazos para abrazarse ella.
Entonces miré hacia adentro y vi una farsa,
(tragedia fársica dirían los expertos),
una mentira que no se sabía mentira.
Una completa ausencia de colectividad y reciprocidad.
Busqué una explicación para aquello que comenzaba a matarme,
y encontré un amor lleno de individualismo.
Una existencia volteada sobre sí misma.
Un “dame pero yo no te puedo dar”
“tócame pero yo no te he de tocar...”
Pero yo ya no pude tocar una flor llena de espinas.
Entonces quise hablarle, explicarle, convencerla,
pero una flor no tiene oídos...
No esperaba problemas me dijo.
Y comenzó a derrumbarme aquel amor...
ese tan bello y egocéntrico amor,
y el amor quedó enterrado bajo una montaña de poder...
de poder egoísta, de orgullo, de indiferencia...
de narcisismo.
Pero el amor nunca murió...
y la tristeza mi vieja amiga se asomó.
Entonces volví la vista atrás...
pero ya no encontré el camino.
Ya no podía ver el gris de los colores.
No había más siluetas, ni caminos,
ni arañas, ni flores,
ni verdades, ni injurias.
No había ya razón.
Entonces dejé de creer...
En ese momento, una voz surgió de entre aquellas que mudas gritaban.
Esta voz más tierna y serena que las demás,
se acercó a mi frente y me susurró una libertad:
“Yo soy mi propia esperanza”
Cuando todo desapareció,
cuando el mundo es una contradicción,
cuando el amor está enterrado,
cuando la traición, la mentira y el individualismo,
se disfrazan de esencia,
de naturaleza,
no puedo perder la esperanza,
no he de creer todo perdido,
pues mientras el amor, siga siendo mío,
entonces puedo seguir creyendo.
“Yo” es mi último refugio,
mi última verdad...
Inmediatamente me dí cuenta que el amor nunca dejó de ser mi razón de existir.
Entonces volvieron los colores,
volvió el blanco y el negro.
Y comenzaron a aparecer de entre las siluetas sin rostro,
algunas que reconocí,
y me dí cuenta que todo el tiempo habían estado ahí,
sólo las había olvidado.
Entonces me dí cuenta que estaba una vez más entre los caminos de la revolución
y aquellos llenos de colores.
Y una vez más comencé a caminar por el más estrecho,
el más arduo y más difícil.
Pero ahora sí podía ver el final...
A veces me detengo donde se interceptan los caminos de la revolución,
donde estos pasan entre otros llenos de colores más ligeros,
quizá más diversos, con formas y texturas más complicadas,
casi me atrevería a decir que aquellos parecieran escondidos, olvidados,
en comparación con los últimos, más concurridos y cuidados,
los primeros llenos de verdades que azotan y golpean embusteras,
mientras los otros se extienden entre luces de neón.
Hoy por fin descubrí el blanco y el negro
y con ellos llegó también el gris que iluminó mis colores,
Entonces pude comprender el mundo.
Como un enjambre de luciérnagas rojas,
me asaltó un ejército de verdades.
Me rodearon batallones enteros,
que vociferaban e insultaban temerarios:
“¡Eres ser humano!” “Tienes corazón”
Esas tan tremendas injurias penetraron mi cuerpo.
Se escondieron ahí donde no podía alcanzarlas.
Estiré mis brazos, mis piernas, mi cuello,
doblé mi torso y mi cadera...
...pero no pude encontrarlas.
Entonces comenzó mi enfermedad...
Empecé a escuchar voces,
no sé si eran verdades o injurias,
me hablaban de teorías exploradas
de contradicciones y teleologías motivantes,
de primeros motores y modelos ideales,
de ontologías fantásticas y depresiones cíclicas...
Una de las voces me dijo que el mundo no estaba hecho más de necesidades,
que éstas ya no importaban,
que hace muchos años los egos se llenaron de realidades objetivas,
y crearon sujetos mercenarios,
que los bebés se transformaron en soldados,
y cambiaron a sus hermanos por monedas de aire,
y que las monedas se transformaron en actos sexuales ciegos y vacíos,
de los cuales nació la desesperanza.
Fue entonces cuando vi a mi gente...
los vi a todos,
uno por uno pasó frente a mí,
pero no reconocí a nadie.
Seis mil millones de rostros ocultos,
siluetas mecánicas caminaban en muchas direcciones,
pero ninguna iba hacia adelante.
Entonces quise gritar el camino,
pero ya no pude distinguir entre necesidad y libertad.
Y si la primera había desaparecido, la segunda nunca pudo existir...
Entonces una madre le gritó “estúpido” a su hijo.
El niño creció... y mató a su hermano.
Más adelante, una televisión se comió a dos niños.
Los niños crecieron, y fueron sólo mentiras sin rostro.
Y una heroína habló...
y luchó...
Entonces pensé que recuperaba esperanzas,
pero ella fue la única que no había sufrido,
y por eso (me dijeron) nunca se había conocido.
Me derrumbó la tristeza.
Sentí intensamente el dolor por la existencia.
Una voz más amarga me gritó que yo era malo,
que era mi naturaleza,
que era la humanidad,
como si el dilema entre naturaleza y ambiente fuera a ser resuelto.
Pero cuando estaba a punto de asentir,
otra voz me recordó a los niños azotados,
aterrorizados, reprimidos, controlados... disciplinados,
a las conciencias de una sociedad atomizada,
a las mentes embaucadas con cuentos de hadas,
a las escuelas llenas de maestros mudos,
a los libros de lujurias en oferta,
industrias manufactureras de pensamientos y sentimientos,
al placer de ahogar cerebros en humos y sustancias que apagan inteligencias.
Entonces entendí que no había esencias,
que la única esencia es la interdependencia,
que la vida había sido transformada por la ambición
y que la ambición nació en los corazones
desde el momento en que alguien pronunció la palabra “mío”,
que la ciencia había sido cooptada por la empresa,
que la competencia era el color de la filantropía.
Una vez más estuve dispuesto a gritar,
a correr, a comunicar... a luchar,
a golpear todos esos corazones que habían perdido sus rostros.
Descubrí otros caminos y otras revoluciones,
Y con ellos fueron apareciendo algunos rostros...
Y aunque tampoco los reconocí,
parecía que pensaban.
Con ellos recorrí un kilómetro.
Pero cuando la vereda se cerró y las arañas se sintieron en la piel,
Aquellos con quienes caminaba empezaron a desplomarse.
Como trapos que caen, quedaron en el suelo inermes.
Inofensivos cuerpos que ahora escurrían contradicciones.
Otra vez me derrumbó la tristeza.
Seguí el camino solo y sin voltear la mirada...
Pero ya no supe si caminaba hacia adelante o hacia atrás.
El aire era cada vez más denso,
la humedad llegó hasta mis ojos...
y llegué a perder el horizonte.
De pronto vi una flor en mi camino.
Me era muy familiar.
Ya la había visto antes.
Le había hablado y ella a mí.
Pero nunca la había visto tan cerca.
Mis ojos no soportaron sus colores.
Me detuve a admirar su tan inmensa belleza.
Y así pasaron días... un mes.
Y yo no podía más que contemplar su belleza.
Entonces sentí el amor...
El amor había sido mi razón de ser,
pero hace muchos años me había dejado,
y se había ido por otro camino.
El amor había perdido su sentido en mí.
Esa contradicción borraba poco a poco mi rostro.
Y mi corazón vacío había estado...
Pero en ese momento, todo cambiaba,
El amor tomaba mi mano.
Pude moverme y dar unos pasos.
La belleza me reconoció y yo a ella.
Y por un instante descubrí mis horizontes.
Comenzaron a llover prácticas nuevas,
ideologías y acciones emancipadoras.
Conceptos para mí encontrados e irreconciliables se dieron la mano.
Sublimes momentos de rebeldía...
Pero el instante pasó muy rápido.
Cuando intenté abrazarla, cerró sus brazos para abrazarse ella.
Entonces miré hacia adentro y vi una farsa,
(tragedia fársica dirían los expertos),
una mentira que no se sabía mentira.
Una completa ausencia de colectividad y reciprocidad.
Busqué una explicación para aquello que comenzaba a matarme,
y encontré un amor lleno de individualismo.
Una existencia volteada sobre sí misma.
Un “dame pero yo no te puedo dar”
“tócame pero yo no te he de tocar...”
Pero yo ya no pude tocar una flor llena de espinas.
Entonces quise hablarle, explicarle, convencerla,
pero una flor no tiene oídos...
No esperaba problemas me dijo.
Y comenzó a derrumbarme aquel amor...
ese tan bello y egocéntrico amor,
y el amor quedó enterrado bajo una montaña de poder...
de poder egoísta, de orgullo, de indiferencia...
de narcisismo.
Pero el amor nunca murió...
y la tristeza mi vieja amiga se asomó.
Entonces volví la vista atrás...
pero ya no encontré el camino.
Ya no podía ver el gris de los colores.
No había más siluetas, ni caminos,
ni arañas, ni flores,
ni verdades, ni injurias.
No había ya razón.
Entonces dejé de creer...
En ese momento, una voz surgió de entre aquellas que mudas gritaban.
Esta voz más tierna y serena que las demás,
se acercó a mi frente y me susurró una libertad:
“Yo soy mi propia esperanza”
Cuando todo desapareció,
cuando el mundo es una contradicción,
cuando el amor está enterrado,
cuando la traición, la mentira y el individualismo,
se disfrazan de esencia,
de naturaleza,
no puedo perder la esperanza,
no he de creer todo perdido,
pues mientras el amor, siga siendo mío,
entonces puedo seguir creyendo.
“Yo” es mi último refugio,
mi última verdad...
Inmediatamente me dí cuenta que el amor nunca dejó de ser mi razón de existir.
Entonces volvieron los colores,
volvió el blanco y el negro.
Y comenzaron a aparecer de entre las siluetas sin rostro,
algunas que reconocí,
y me dí cuenta que todo el tiempo habían estado ahí,
sólo las había olvidado.
Entonces me dí cuenta que estaba una vez más entre los caminos de la revolución
y aquellos llenos de colores.
Y una vez más comencé a caminar por el más estrecho,
el más arduo y más difícil.
Pero ahora sí podía ver el final...
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